Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

El sistema capitalista

El diccionario de la RAE define un sistema como: «conjunto de reglas (…) para un objetivo (…)». El capitalista busca la plusvalía, aunque no siempre sea económica, pues es la fuente del poder. Para ello se sirve de la técnica de definir en cada fase de explotación de un elemento detonante alrededor del cual desarrollar toda su estrategia. La duración de cada una es temporal, depende de los resultados. Inicialmente el enemigo fue el comunismo, después el terrorismo, el nacionalismo, el yihadismo, las subprimes, las preferentes, la evasión fiscal, las offshore, rescate de bancos con fondos públicos…, hasta asfixiar a las economías emergentes que buscan emanciparse del abrazo del oso del FMI, BCE, Eurogrupo, OCDE, etc, todo ello dentro del avispero que se ha creado alrededor de las oligarquías árabes productoras de petróleo que acumulan océanos de dinero que dedican al lujo provocativo, compras desorbitadas de armamento y dosificar las amenazas con el pánico bancario e industrial a las economías de occidente. El sistema está liderado por una élite de personajes sin rostro, pero que intervienen en todo lo que es susceptible de producir beneficios o que pueda generar pérdidas para manejarlas a su voluntad provocando inestabilidad en las zonas calientes para crear conflictos de los que obtener ventajas o desestabilizar a los competidores. Una de sus características más notables es que el sistema siempre actúa sin límite, complejos ni reservas: no importan las víctimas: las llaman asépticamente bajas y argumentan que son inevitables dentro de la estrategia de la temible OTAN que es una organización militar dirigida por poderosos pastores que vigilan los rebaños a los que consideran corderos mansos, aunque los componen seres humanos, apoyados por fieros mastines domesticados que vigilan. Cuenta con el potente aparato de propaganda que es la prensa internacional que maneja la opinión pública sirviéndose de la libertad de prensa para otorgar títulos de demócratas a quienes las potencias dominantes consideran que cumplen los estándares. Además de contar con la inestimable y tradicional colaboración de la Iglesia católica, la primera multinacional que cumple con su función de legitimar moralmente sus fechorías y las de sus socios en el reparto de los beneficios.

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