Jon Odriozola

En la naturaleza de las cosas

O, en latín, "De rerum natura", libro de Lucrecio donde se defiende el epicureísmo.

El comunismo, por ejemplo, forma parte de la naturaleza de las cosas. Pero, como dijo Rousseau, hubo una vez quien, cercando un terreno, dijo «esto es mío», y hubo quien le creyó, creando la sociedad civil. No fue así, evidentemente, pero rima bastante.

Ocurre que la naturaleza de las cosas se suele aplicar a los fenómenos físicos excluyendo los sociales. Y así como está claro que el agua pasa a ser vapor a los 100 grados, no lo está tanto que el comunismo se imponga por su propia fuerza o por inercia. Y, sin embargo, todo tiende al comunismo y acabaría en comunismo siempre que las condiciones sean libres, es decir, nada se oponga por la fuerza. Si así fuera, el comunismo se habría impuesto hace mucho tiempo. A los intentos de establecerlo se les llamo «utopías»: Moro, Campanella, etc., autores que acabaron de mala manera.

Lo que se defendía, se justificaba y se glorificara era la propiedad privada, sobre todo de los medios de producción bajo el capitalismo especialmente. Un capitalismo que vino al mundo chorreando sangre imponiendo su ley a sangre y fuego. No importaba que cada vez más, como dijera Marx, se viera el carácter social de los medios de producción en contradicción con su forma de apropiación, sino que todas las fuerzas políticas y fácticas, ejércitos, gobiernos, iglesias, se unieron contra ese «fantasma que recorría Europa», como empieza el Manifiesto Comunista de 1848.

Asistimos, pues, en la historia, al continuo intento de desnaturalizar –en sentido roussoniano– violentamente el curso de la naturaleza de las cosas que llevaría al triunfo del comunismo, y al fenómeno subsiguiente de la lucha de clases, que es en lo que estamos. Por eso sabemos que el comunismo no se impondrá por la fuerza indiscutible de su doctrina, o por si mismo, sino por la fuerza de la revolución.

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