Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

España: ¿hay salida del laberinto para el minotauro?

El Gobierno, los partidos constitucionalistas, los tribunales, Policía y Guardia Civil y la prensa mantenida tienen un problema de solución compleja. Al que añade mayor inestabilidad la presión insoportable a la que le somete la presión económica mundial. Y por si fuera poco hay que analizar la proyección internacional tanto informativa como implicaciones judiciales que enfrentan a la justicia de varios países democráticos con la española a consecuencia del conflicto catalán. Su presidente exiliado y en busca y captura; diputados, unos encarcelados, otros huidos, siendo la comunidad autónoma más desarrollada y dinámica y que el odioso art. 155 la tiene colapsada. Es comprensible la inquietud del inepto, miedoso y sin reflejos ni estrategia Rajoy, que trata de evitar la secesión de una parte del país que supone el 20% del PIB. Porque realmente su salida convertiría en inviable la continuidad de la España tal como la diseñaron en la Transición. El problema es que en esta situación hay peligro de involución y constituye el argumento para los poderes reales en España: que gobierne la izquierda real, no los partidos constitucionalistas, que ya se ve cuánto pueden dar de sí. Europa debería presionar para que se llegue a un acuerdo razonable que evite la explosión en cualquiera de las formas posibles. El problema radica en la falta de credibilidad de los políticos para proponer soluciones que satisfagan las reivindicaciones de vascos y catalanes que tienen planteadas desde siglos. Es preciso superar y no incentivar las presiones del nacionalismo centralista pues, es evidente, son retrógradas y frenan el dinamismo de catalanes y vascos, progresistas e integradoras que son las que alimentan las fantasías de mantener los restos del imperio en ruinas que constituye la España carpetovetónica que quieren mantener los privilegios e la Transición porque los políticos actuales que se turnan en un bipartidismo corrupto no son capaces de discernir que el siglo XIX con sus guerras coloniales y las luchas por el poder por medio del tan hispano golpe de estado que nos dio fama en todo el orbe, ya, venturosamente, no es aplicable. Ahora, en el XXI, la democracia es la vía legítima de acceder al poder, aunque siguen empeñados en tratar a la ciudadanía como súbditos sin criterio e incapaces de elegir sus propios gobernantes y tienen que ser tutelados por políticos cuyo objetivo es enriquecerse por medio de la tradicional corrupción tan española. Es posible que a base de limitar las libertades pacifiquen la situación, pero deben saber que el rescoldo de la convocatoria de un referéndum estará siempre latente y la llama se avivará provocando continuamente un nuevo incendio. El minotauro devora a seres humanos si no encuentra la salida.

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