Fe de arrieta(s)
Es como una pesadilla, que me ronda desde hace casi cuarenta años y que, por lo visto, continuará cerniéndose sobre mi hasta la tumba. Mucha gente sigue confundiéndonos, por la coincidencia de nuestro nombre y primer apellido. Pero que conste, por favor: yo no soy el «Joxeagus Arrieta» (sic) que firma asiduamente artículos y/o cartas al director en el "Diario Vasco" y en "Noticias de Gipuzkoa". Aunque a mi también la mayor parte de las personas de mi entorno me llamen así, con la misma abreviatura coloquial («Joseagus» o «Joxeagus»), yo siempre he firmado mis esporádicos libros y artículos, desde el principio (1978), con la versión fonética de mi nombre tal y como se pronuncia en Mutriku, Markina y Ondarroa, eskualde del que procede mi familia:«Joxe Austin». Los he firmado así, o al menos lo he intentado, ya que, en bastantes ocasiones, los editores han solido hiper-corregirme el nombre, insertándole al «Austin» de marras la «g» que aparentemente le falta.
Molesta coincidencia, desagradable confusión –supongo que el Sr. Arrieta Egiguren opinará lo mismo, viceversa–, que puede dar pie a situaciones surrealistas. Como la que he vivido hace pocos días, en una conversación casual con un excompañero de colegio: me felicitó, «gratamente sorprendido», por mi apoyo a la política liderada por el lehendakari Urkullu, «en general, y, especialmente, con respecto a la crisis en Cataluña». Es decir –«glup», diríamos, si se tratara de una viñeta de comic–: exactamente lo contrario de lo que pienso. Inmediatamente deshice el malentendido, claro, e incluso me permití el lujo de hacer bromas al respecto: «no, hombre, no»– le dije, lo más sonriente que pude –«el Sr. Barak-Urkullu» (variante de «barekurkuilo», en oiartzuarra: no creo que me entendiera) «no es precisamente santo de mi devoción». Pero, bromas aparte, el problema, endémico ya, no deja de ser serio. Si antes, cuando mi homónimo azkoitiarra escribía sus artículos en euskera, nos confundían, ahora, que los escribe en castellano, es evidente que mucho más (por la más elemental ley sociolingüísticamente murphyana, viviendo donde vivimos). Si antes, por ejemplo, me atribuían a mí ideas contrarias al aborto cuando en realidad era él quien las había expresado, o le nombraban a él miembro del jurado para el Premio Euskadi de Literatura cuando en realidad era a mí a quien pretendían designar (según propia confesión de las más altas instancias, off the record, por supuesto…: la administración jamás se equivoca, ya lo saben ustedes, y si lo hace, jamás lo reconoce públicamente), ahora qué puede pasar?... Bueno, pues lo que está pasando: que algunos –muchos/as o pocos/as, no lo sé– vecinos, conocidos, e incluso compañeros (¡!) piensan que o soy del PNV o –lo que es peor– «me-he-pasado-al-PNV». Lo cual no es cierto. Estoy jubilado, y retirado de la política. Pero sigo votándole a Arnaldo; o sea, quiero decir que me gustaría poder votarle a Arnaldo, si los cazurros carpetovetónicos del «a-por-ellos-oé» le dejaran presentarse. Mientras tanto, seguiré siendo de HB (o como diablos se llame ahora). Ah, y se me olvidaba: siempre escribo en euskera, y seguiré haciéndolo. Excepto este tipo de notas aclaratorias, dirigidas, lógicamente, a las personas de mi país que desconocen o no están habituadas a leer en euskera. Muchas gracias por su atención, Sr. director.