Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

Fracaso

La parábola de la pandemia que los poderes económicos han construido, la equiparan con la guerra. Un mal ejemplo, ya que las guerras se pueden finalizar cuando se considera conveniente, en cambio este monstruo parará no se sabe cuándo, ni cómo. Los políticos europeos, que en el espacio tiempo, son lo más cercano de que disponemos, dejando al lado el Norte de África, participen o no, en el club de élite de la economía europea, se pueden clasificar de la misma manera: de ineptos, ya que su preparación estaba basada en ser dóciles representantes del capitalismo liberal. Su carrera es un calco en todos los lugares, y en todas las siglas de las distintas marcas. Su currículo, consiste en medrar en el partido político correspondiente, y si se inicia en las juventudes, mucho mejor ya que es más dócil, y maleable, ya que no sabe hacer nada de provecho. De esta forma se llega a Jefe de gobierno, o a ministro, o en la cúspide de cualquier autonomía. Cuanto menos preparado mejor, ya que las patronales y las multinacionales, no les interesa que esta gente puedan argumentar nada, y ponerlos en evidencia. El capitalismo liberal, que el sociólogo y economista alemán, Werner Sombart, tenía la tesis que era más de cambio, que de producción. Efectivamente se puede comprobar la falta de previsión de esta catástrofe, que nadie estaba preparado. Las indicaciones hace tiempo que se estaban avisando, como que la contaminación atmosférica, incide directamente no solo en la salud, sino también en las enfermedades degenerativas. Se sabe y podría escribir las distintas fórmulas químicas, que tienen lugar. La producción agrícola industrial que utiliza amoniaco, elemento para los fertilizantes, reacciona con los distintos componentes que expulsan en la atmosfera los vehículos, y con las micro partículas que salen de los motores diésel, que los arrastran a varios kilómetros, llegan a las ciudades, y mata a personas, por si no lo saben estas eminencias. El fracaso de toda la clase política es sin parangón, mientras sigan, conseguirán lo que las religiones avisan desde tiempos inmemoriales, puede ocurrir. Suiza, modelo a seguir, y su paraíso terrenal, tampoco tiene los suficientes protectores para los trabajadores de sanidad. Pero los bancos están repletos de lingotes de oro. Este es el resumen de toda esta cochambre de mundo, que han construido los poderes económicos, que con tanto progreso y desarrollo, vehiculados por unos políticos inservibles, resulta que en Europa, incluida Suiza, faltan mascarillas, porque se han de importar. Fracaso total y absoluto.

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