Txus Pérez Artuch

¿Hacia dónde vamos?

Leyendo y escuchando las noticias de las últimas semanas de los sucesos llevados a cabo por menores, si yo viviese en Bilbo estaría cuando menos preocupado. En vísperas de la nochebuena resultó muy dura por una parte la muerte de una persona en una noche festiva, y por otra observar que las detenciones realizadas eran de dos menores, uno de ellos de tan solo trece años. La semana pasada saltaba la alarma en el barrio de Otxarkoaga debido a la violencia desmedida con la que habían aparecido asesinados dos ancianos en su domicilio. De nuevo los presuntos autores, dos menores.

Me pregunto: ¿Hacia dónde vamos como sociedad? ¿Dónde está el error a enmendar? Desde el ámbito de la educación en el cual trabajo desde hace una década observo cambios evidentes desde que comencé a hoy y mucho más claros todavía de cuando yo era alumno. Se traduce en pérdida de confianza y respeto por el papel del maestro/a cuestionando su trabajo, de intoxicación informativa, de un camino carente de señas de identidad social y personal. No generalizaré porque sería subjetivar la realidad, pero las realidades diarias que viven los niños y niñas en sus casas han cambiado drásticamente en el modelo social actual: muchas horas solos/as en casa, saturación de extraescolares, gran incremento de casos de malos tratos o familias desestructuradas. El objetivo común de familias y comunidad educativa no puede ser otro que la formación integral de la persona como alumno/a-hijo/a en llegar a aprender a ser, hacer, conocer y a vivir juntos.

Cuando las carencias afectivas, emocionales, de comportamiento social, de respeto para con uno mismo/a y el resto, así como en el ser capaz de razonar con criterio propio se alargan en el tiempo y echan raíz en el carácter y la personalidad de una persona de corta edad, se forma un quiste indolente difícil de detectar tras unas facciones cambiantes en plena adolescencia hasta que llegan los lamentos y las preguntas sin respuesta ante un dolor irreparable y una preocupación creciente.

En una sociedad de media-alta calidad de vida, llena de facilidades, acomodada, privilegiada, quizás vacía, ¿Cuándo llega la ruptura con todo esto? ¿A qué responde esa sed de violencia? ¿Cuál es el foco de la ira sin gestionar?

Creo que todos tenemos parte de responsabilidad en la educación y porvenir de nuestra propia ciudadanía.

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