Enric Vivanco Fontquerni

Juicio al fútbol

Mientras no seamos capaces de reconocer que el deporte se ha convertido en un espectáculo podrido por el capitalismo hasta el último milímetro, es imposible poder analizar lo que está sucediendo desde hace décadas, cuyo resumen es: «la mano de dios». En la cúspide de la putrefacción se sitúan las Olimpiadas, un negocio de pocos que empobrece a la población, y urbaniza de forma salvaje. Estas son las premisas esenciales y a partir de ellas se está construyendo una serie de negocios que son mafiosos. Pretender que este tinglado sea impoluto es imposible. Como socio del FCB, hace años que no sigo para nada al equipo, ya que me importa un carajo. Sigo pagando la cuota nada más, en espera del duodécimo imam del chiismo. El chantaje emocional siempre lo he odiado desde muy joven. Cuando iba a ver los partidos me sentía rodeado de idiotas consumados. Llegué a la conclusión que toda esta energía inútil que provoca cualquier partido, solo beneficia a la mafia político-económico-cultural, que nos está aplastando. El espectáculo deportivo mueve cantidades ingentes de dinero a escala global, y cuando los memos discuten según qué traspasos de millones de euros, que son muy económicos dependiendo de los casos, me entran ganas de encadenar al que lo está recitando. Como en cualquier estructura social, los jueces forman parte principalísima de todo el tinglado. La opacidad de cómo llegan a la cima de su carrera y qué partidos arbitran o no, es un misterio que algunos árbitros jubilados en el Principat, se han atrevido a comentar lo corrupto de toda esta estructura. Reto a todos los que ahora van lanzando consignas, que la tecnología lo permite, que se visionen todos los partidos de los equipos de la Liga de Primera División, de los últimos 20 años, con jueces lo más preparados posible y, si son extranjeros, mucho mejor. A partir de aquí, como en cualquier juicio, que se dicte sentencia, no antes.

Atentamente.

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