Joan Llopis Torres

La España aburrida

Sí, España es diversa y todo eso, culturalmente, lenguas, formas de ser y hacer, etc., plurinacional, también. Pero la verdad es que por encima de esta disparidad, de estas certezas, hay un hecho invariable y parece que eterno, las dos Españas. Una que es propietaria del Estado y de todas las instituciones, de los recursos del poder, de todo. Una España que no se sirve de ningún escrúpulo para perpetuarse controlando y sometiéndolo todo, cosas y personas. Cuando les conviene pueden adoptar cualquier apariencia, incluso fingirse demócratas, con constitución y lo que sea necesario. Más demócratas que nadie. Defienden al Estado y a las instituciones porque son ellos mismos con todos los poderes. La otra España, venimos a ser aquellos, ya puede pasar el tiempo, afrancesados traidores que, contra el inmovilismo del cura y del guardia civil, las fuerzas vivas jugando al dominó que no dejan entrar a nadie en la partida si no es confesado y para decir sí señor, y para perder, solo estamos para perder las ilusiones. Solo somos una coartada de esa democracia española. Esta historia, la nuestra, nos la podemos tomar a cachondeo con Berlanga o sin reír con Valle Inclán y tantos otros, y vivir a diario las luces de bohemia. No hay remedio. Y siempre, cuando creemos que hay una opción, por pequeña que sea e inoperante, persistentemente reivindicativos en querer la independencia, los catalanes, más odiados que nadie, completamos los colores de este cuadro que siempre es gris. Y siempre el mismo.

La aburrida actualidad es la de siempre. La guerra civil no empezó ni terminará nunca. Unos días es en el Guadarrama y otros en cualquier juzgado patriótico luchando la misma batalla, y siempre para resultar los mismos derrotados. Para muchos, luchar ya es sinónimo de vencer pues es esta continua inmolación la única victoria al alcance, para acabar perdiendo. Nuestras victorias son la limosna por la que debemos estar agradecidos. Por poner un ejemplo de estas absolutas tergiversaciones que todo lo confunden, uno solo, es el salario mínimo, porque hablar de salario máximo no hace falta. Estamos contentos del salario mínimo como si desconociéramos el significado de mínimo. Y todos contentos, si no felices. ¡Y vigila!, ¡estate atento!, no sea que mañana, sin que tú te hayas enterado, ten en cuenta que nosotros somos los ignorantes, te hayas convertido en un terrorista. Bien, según ellos, claro. De hecho, ya va quedando de las dos, una sola España. Queda una España de las dos, y una pandilla de mal educados, nosotros, los terroristas sin saberlo, cualquiera.

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