Oskar Fernandez Garcia

La insoportable opacidad del sistema

Transcurridos cuatro años de la muerte de Iñigo Cabacas por el impacto de una pelota de goma en su cabeza, tal y como lo certifica el informe forense, el caso sigue aún en su fase de instrucción. Las promesas de esclarecimiento, de ayuda y apoyo, realizadas por las instituciones autonómicas por aquel terrible y brutal hecho luctuoso, se disiparon y desvanecieron en el aire del olvido y la indiferencia, ya que carecían absolutamente de convencimiento, ganas e interés por llegar hasta el final. Tanta falsa promesa y condolencia eran exclusivamente producto de un estado o un contexto emocional de un profundo dolor, indignación y estupor social.

El cruel, doloroso, terrible y angustioso calvario por el que llevan transitando desde hace cuatro años Josefina Liceranzu y Manuel Cabacas, padres de Iñigo, es a todas luces absolutamente injusto, inhumano y desolador. Mantener a su familia, a sus amig@s, al conjunto de la sociedad inmersos en una estrategia administrativa kafkiana es de una crueldad sin parangón. Esa ignominiosa estrategia comenzó a fraguarse con el máximo responsable de la actuación de la Ertzaintza en ese fatídico 5 de abril de 2012 -en el que los cuerpos policiales autonómicos, que debían velar por la integridad física y personal de Iñigo, le arrebataron la vida y a sus padres les sumieron en un obscuro y profundo pozo sin fin- el Sr. Rodolfo Ares, consejero de Interior del Gobierno Vascongado, que públicamente se comprometía en llegar hasta el final para esclarecer lo que había ocurrido. Sus promesas fueron engullidas por la inmensa fuerza gravitatoria de un sistema asentado en un inhumano y brutal capitalismo.

El partido autonomista por antonomasia de vascongadas, que mantuvo una postura muy crítica -ante semejante, desproporcionada y desmedida actuación- con el Departamento de Interior, por el mero hecho de que entonces estaba en manos del PSE; una vez que recuperó su ansiada, añorada y deseada consejería toda su crítica se transformó en una amnesia e indiferencia patológica.
El terrible suceso acaecido aquel infausto 5-4-2012 debiera de entrar a formar parte del currículo de todas las facultades de derecho y ser objeto de estudio en las de Sociología y en las Academias donde se lleva a cabo la formación para convertirse en policía. Y también debiera de llevar a una profunda reflexión sobre el tipo, número de integrantes y modelo de policía que requiere un pueblo que vive en una situación diametralmente opuesta a la que se vivía hace prácticamente un lustro. Cometido al que se debiera de enfrentar con decisión y tenacidad el nuevo gobierno que surja para el Parlamento triterritorial. De tal forma que pueda producirse una transformación radical en una institución creada para proteger, defender, auxiliar… al pueblo, y tan inconmensurablemente alejada de éste hasta el extremo de arrancar de un pelotazo la vida de un joven de 28 años que lo único que hacia era celebrar la victoria de su equipo. Absolutamente increíble en otras latitudes del planeta. Pero en Vascongadas es una realidad, una losa descomunal y mortuoria que puede gravitar sobre la cabeza de cualquier ciudadan@.

El secretario de la Federación de Accionistas y Socios del Futbol Español, Emilio Abejón, situaba el luctuoso y dramático acontecimiento, entre otras causas, en “…la escasa tradición dialogante y democrática de nuestros cuerpos policiales que puede llevar a situaciones como ésta, con un desenlace totalmente inadmisible…”
Inadmisible es que hoy en día, en el siglo XXI, los cuerpos policiales sigan estructurados jerárquicamente como la escala de mandos inherente a un ejército. Siendo éstos -desde su lejana creación en los obscuros años de la humanidad- un medio de emperadores, reyes, soberanos, gobernantes… para aniquilar, exterminar, colonizar… a otros pueblos y hacerse con sus territorios y sus riquezas, convirtiéndoles en súbditos y consumidores de los productos de las opresoras metrópolis. ¿Ese modelo inhumano puede seguir vigente en el organigrama y escalafón de los cuerpos policiales de estos lares?

¿Puede primar la escala de mando, la orden de un “superior”, que no encontrándose en el lugar de los hechos conmina a su subordinado -¿No debiera de ser su compañero?- a ejecutar una acción, que a todas luces era absolutamente inadecuada y desproporcionada? ¿Pueden los galones anular -la esencia más importante y fundamental, que hace que los individuos se conviertan en personas-, la capacidad de análisis? Independientemente de los cometidos que realicen los seres humanos, si no se les deja analizar, comparar, recurrir a su experiencia, reflexionar, valorar, tomar decisiones… se les esta impidiendo acceder a la categoría de persona; se les está convirtiendo, lisa y llanamente, en humanoides, en androides. Lo que daría lugar a una sociedad orwelliana, tal vez, deseada por los cuadros dirigentes de la aludida formación autonomista.

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