Julen Goñi, irakasle ohia

La perversión del lenguaje

Iñaki Bernaola insiste, y no es la primera vez que lo hace, también en euskara, en tropezar en el mismo error al utilizar como argumento, para defender las subvenciones públicas a los centros privados, el símil de la diferencia entre el transporte público (autobús, en su caso) y el privado (coche particular). Así, nos dice que «cuando viajas de Bilbao a Vitoria en tu propio automóvil, nadie duda que lo has hecho en vehículo privado, cuando lo haces en Autobuses la Unión tampoco pone nadie en duda que lo has hecho en transporte público». Y se queda tan ancho y contento sin reparar en que está mezclando, y por tanto confundiendo, el significado de «público» como servicio con el de propiedad. Autobuses la Unión, efectivamente, ofrece un servicio público, pero es una empresa privada. Todas las empresas y negocios ofrecen servicios públicos, pero unas son de propiedad pública (cada vez menos) y otras de propiedad privada. Por eso, cuando utilizo cualquier servicio público de propiedad privada (por ejemplo, una médica, un mecánico, una notaria…) lo tengo que pagar.

Nadie duda, excepto quizás el propio Bernaola, que las empresas públicas son propiedad de toda la ciudadanía, aunque quien las gestione sean los gobiernos. Por eso, también se equivoca cuando atribuye la propiedad de los centros escolares públicos al gobierno. La gestión de algo no significa, necesariamente, su propiedad. Ese es el caso de estos centros públicos, cuya titularidad la asume el gobierno en representación de toda la sociedad, pero no lo convierte en propietario.

Del mismo modo, los centros privados subvencionados con dinero de todas ofrecen servicios públicos, pero no dejan de ser de propiedad privada (de una persona, de una sociedad, de un fondo de inversión o de una cooperativa).

Decir esto tan elemental convierte a quien lo hace, según Iñaki Bernaola, en enemiga de las ikastolas, porque da la casualidad de que son privadas, aunque muchas personas se empeñen en ocultarlo con distintas artimañas lingüísticas como la que aquí comentamos.

No niego que pueda haber gente enemiga de las ikastolas, pero a buen seguro que son las mismas que son enemigas de todo lo que tenga que ver con la historia y la cultura vasca y, por lo tanto, nada tienen que ver con quienes, desde la defensa de lo público, apoyamos y defendemos esa historia y esa cultura, incluida, como no, la lengua. Respeto la existencia de las ikastolas, admiro el esfuerzo que han realizado por el mantenimiento de ambas en condiciones, a veces, muy difíciles, pero no apoyo ni apoyaré que, existiendo, como hoy existe en Euskadi, una escuela pública defensora de esos valores, sean subvencionadas con dinero público, al igual que rechazo las subvenciones al resto de centros privados muchos de los cuales, además, son enemigos de esos valores.

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