Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

Las emociones son humanas

Siempre es útil cruzar dos entrevistas que hablan en definitiva del mismo tema. Utilizo la de GARA, que hace a Eduardo Bayón, con la de una revista francesa de sociología, que pregunta a una experta socióloga israelí Eva Illouz, que su obra se centra en las emociones en distintos ámbitos. Parte de la idea de la racionalidad del voto en democracia que lo disecciona en tres elementos: defender los intereses económicos propios, las distintas opiniones políticas, al final se decanta por la mejor, y la teoría de Habermas, de llegar a un acuerdo para el interés general. Toda esta teoría queda anulada en el momento que contesta que la política se desarrolla con métodos de comunicación, y de manipulación, que provienen directamente hoy en día de un ejército de consultores que fabrica la oferta política, como una mercancía emocional propia del consumo. Para la socióloga, no hay una buena, o mala emoción, ya que es una función social, base del pensamiento de Durkheim, muy al estilo de la sociología francesa. Ella misma se pregunta ¿Cómo Netanyahu se mantiene en el poder? Contesta por cuatro emociones: el miedo, el odio, el resentimiento, y el amor a la patria. Su función narrativa se centra en estos cuatro elementos. Al final menciona que en la época de las Luces la esperanza, era la emoción central y personalmente la autora, escoge la fraternidad, algo sorprendente para el lector, ya que forma parte de cualquier religión. El amor universal sin fronteras, y la política institucional se debe de centrar en ello, según la socióloga. Es una gran emoción que santifica a los que de verdad la practican. En la guerra de Gaza, esta señora titulaba de terroristas a los palestinos que no quieren estar colonizados por Occidente. Es una fraternidad muy peculiar. Si me centro en las contestaciones del consultor político Bayón, sostiene que el concepto derecha-izquierda, sigue vigente y habla de la existencia hoy en día de la clase trabajadora, es olvidarse de innumerables sociólogos, que elaboran esta taxonomía mucho más elaborada y con innumerables matices. Mencionar que la clase trabajadora existe, olvidando el capital cultural, ya que hay innumerables sueldos mucho más elevados en según qué oficios, del que disponen innumerables profesores universitarios, e investigadores, en que la precariedad es innata. Derecha –izquierda, es la simplificación que los partidos políticos necesitan para construir un discurso esquemático, para que los consultores simplifiquen las campañas electorales en un constructo que conforma una conspiración hacia la inteligencia. Las emociones forman parte de la especie humana, siempre y en todo lugar. Señalar que la participación en las votaciones está en función de la renta, y del conocimiento, es el resultado de la emoción por antonomasia. Lo que genera pánico es perder los privilegios, y las rentas. No se vota más porque estén mejor informados, es un disparate, porque en los barrios de mayor renta son los que más perjudican a la naturaleza, por el dispendio de la huella ecológica que generan. La información, ni sus másteres, en este caso, no sirven para nada. Los que no votan están hartos de que se les trate de estúpidos, ya que la padecen en sus carnes, como el olvido para cambiar las leyes injustas, junto con unos presupuestos que les sirva para poder escalar el desnivel que siempre para ellos permanece constante.

Atentamente.


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