Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

No estoy de acuerdo

Nuestra sociedad está imbuida de un habitus, que el filósofo alemán Ernst Tugendhat, disertó en una conferencia refiriéndose al médico que desea salvar cinco vidas, en el que cada uno de ellos tiene un órgano diferente dañado, no tiene el derecho de extraer de una persona sana, los órganos correspondientes para salvar a las cinco personas. El utilitarismo, consiste en sanar a estas cinco personas. Vivimos en pleno utilitarismo en todos los frentes, sin ser consciente de ello en la mayoría de casos. Toda acción individual tiene consecuencias para los demás. La forma política actual que es utilitarista hasta la médula, produce unas desigualdades cada vez más acusadas. En teoría las instituciones estaban proyectadas para frenar el apetito individual para velar por el bien común. El entramado social está estructurado en el que la felicidad se basa en la satisfacción individual, unida a las representaciones sociales, junto con el estatus. Se compra un coche caro, no por una necesidad, sino para impresionar al vecino. El sociólogo, Werner Sombart, ha mostrado que no hay capitalismo, sin lujo, sin lujo no hay consumo exhibicionista, ni gasto de distinción. Esta parte teórica no es fruto de una deriva sin sentido, ya que en el momento que escucho en una televisión pública, a un mando policial municipal, que han creado junto con la autonómica, un grupo especializado para neutralizar los robos que se hacen a los turistas que llevan relojes de lujo de unos 500.000 euros, o modelos exclusivos mucho más caros. La izquierda siempre le molesta hablar de temas que cada vez más preocupa a la ciudadanía, pero en Barcelona, el problema de seguridad es palpable. Nadie discute que el turismo, es el catalizador de semejante desgaste que el barcelonés, debe de soportar. Mientras estaba escuchando al mando policial, cada vez más, no veía el motivo porqué se tiene que invertir dinero público, para proteger a extranjeros que vienen aquí a fanfarronear sus relojes, yates, aviones privados, coches de súper-lujo, con las correspondientes bacanales. El motivo es obvio, el capitalismo sin lujo no es nada, ni con sus externalizaciones que recaen en las espaldas del resto. En seguridad se gasta una auténtica barbaridad fruto de este turismo sin control, ni mesura. El pato lo pagamos los que padecemos esta ciudad, a la vez de ser expulsados de nuestras calles, con la gentrificación que provoca. Tenemos que vigilar constantemente si nos van a robar personalmente, en nuestras viviendas, o por la carretera. No estoy nada de acuerdo que se creen grupos específicos de seguridad, para proteger a millonarios, en contra de nuestra seguridad de los que pagamos impuestos injustos, para proteger a individuos que son un peligro para las personas decentes.

Atentamente.

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