Txus Pérez Artuch

Ojalá

Puede que sean unos Sanfermines más, pero el caso es que miro el calendario y al ver que el día ocho cae, treinta y nueve años después, una vez más en sábado, no puedo evitar que un escalofrío me paralice el cuerpo y bloquee mi mente.

De nuevo la ciudad se prepara para sus fiestas con alegría e ilusión como en aquel año. Es verdad que la política se vivía mucho más que ahora en la calle, al menos así lo percibo, y en ese aspecto la ciudadanía estaba algo expectante. Pero como ha ocurrido tantas veces en todos estos años posteriores...

Una vez pasadas las apreturas y las ganazas iniciales del seis y siete, daremos paso a la muchedumbre y al recuerdo de un nuevo ocho de julio. Ojalá no comiencen a asediar Iruñea autobuses, furgonetas y jeeps policiales desde el punto de la mañana atemorizando las entradas a la ciudad. Ojalá los tendidos de sol estén tan parranderos, salseros y bulliciosos como aquella tarde. Ojalá las reivindicaciones se entiendan como tales y la entrada de los txikis tras la corrida no se convierta, casi cuatro décadas después, en una película de terror de color gris violento. Ojalá no resuenen desgarros de bala por la avenida de Roncesvalles, con la garantía que otorgan la autoridad, la impunidad y la ley de puño y letra. Ojalá los únicos fuegos de la ciudad sean los de artificio y no arda medio casco viejo como aquella madrugada. Ojalá por Estafeta sube y baje la identidad y singularidad pamplonica sin sirenas y cascos en un barrio absolutamente tomado y con aspecto bélico como en la mañana de aquel día nueve. Ojalá no se siegue la vida de ningún otro Germán, como aquel joven, con un odio desmedido desde las Fuerzas del Orden Público. Ojalá las conciencias que planificaron y ejecutaron aquella estrategia de acoso y opresión contra toda una ciudad y una forma de vivir, pidieran, como no han hecho desde aquel tenebroso día, el turno de palabra para expresar un inicio o un mínimo acercamiento, se me ocurre algo así como lo sentimos.

Ojalá, como en la canción de Silvio Rodríguez, pasase algo que borrase todo esto de pronto, pero cuando la memoria late no hay pintura que emborrone ni cortina que tape el recuerdo. Ojalá en algo tan grande como son Iruña y sus Sanfermines y los Sanfermines para Iruña, no tuviese que sentir los pelos de punta y una grieta en la tripa, viendo simplemente coincidir un determinado día de la semana con el número posterior al siete.

Sin rencores, sin venganzas. Con la esperanza de que mucho más pronto que tarde, ojalá logremos, con el propósito y compromiso de todo el pueblo, que todas estas heridas violentas provocadas, y digo todas, que se cuentan por miles en la acumulación de los años, cicatricen con el reconocimiento y sumisión de responsabilidades.

Gora Sanferminak!!

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