Aster Navas, profesor de Lengua y Literatura

Parece mentira

No han entendido tu letra, cariño, me consolaba ama cada mañana de Reyes cuando entre mis regalos no estaba el Scalextric o el Cinexin que, por tercer año consecutivo, había pedido a los magos de Oriente.

Fue así como, además de volverme irremediablemente republicano, fui desarrollando una caligrafía y ortografía irreprochables. Me gustaría decir que se debió a una cuestión de carácter o de voluntad pero –no quiero engañarles– fue algo más peregrino.

No recuerdo qué imagen me hice de mi madre cuando descubrí aquella –seamos condescendientes– inteligente mentira, cómo encajé o gestioné aquel engaño, pero lo cierto es que esa frase se fue convirtiendo en un chascarrillo, en un clásico, que recordábamos año tras año en los encuentros familiares de estas fechas.

Parece mentira, ama… le decíamos con una fingida mezcla de reproche e incredulidad mientras ella se apresuraba como Sabina a negarlo todo rotundamente.

Acabamos de terminar un año del que también todo nos parece mentira. A fin de cuentas hemos vivido –continuamos haciéndolo– en una distopía. Ese ha sido el escenario de ficción sobre el que han ocurrido y nos han contado el resto de hechos. Visto desde este 2021, el recién estrenado 2020 nos parece un engaño, un fraude, una trola.

Nos parece mentira lo de Trump y Trump mismo; parece mentira lo ocurrido en pleno siglo XXI con George Floyd, los devastadores incendios de Australia, las insólitas inundaciones de Indonesia y Honduras. Parece mentira la muerte de Kobe Bryant, la plaga de langostas que asoló el África Oriental y que nos hayamos saludado tan ridículamente con el codo.

Parece mentira lo de Miguel Bosé, lo de Bolsonaro, lo del padre de Boris Johnson y el peinado de Boris Johnson. Parece mentira Nagorno Karabaj, el teletrabajo y aquella descomunal explosión en Beirut. Parece mentira que la muerte de Qasem Soleimani acabara derribando un avión canadiense.

Resulta difícil de creer lo de Tedros Adhanom al frente de la OMS y Tedros Adhanom mismo; que hayamos pronunciado coronavirus y trolley cuando aún no estaban en el diccionario y los aeropuertos estuvieran cerrados, las horas que hemos pasado dilucidando quién merece la categoría de allegado y quién no. Parece mentira Ayuso y la historia del murciélago; parece mentira el pangolín y el Isabel Zendal. Araceli Hidalgo parece una entrañable actriz de reparto. Parece mentira que ya estén aquí la vacuna y enero; que de la noche a la mañana se pueda perder el olfato y el gusto, y entrar en pánico. Parece mentira… lo del rey emérito y el rey emérito mismo; los alijos de papel higiénico y levadura. Parece mentira lo de Maradona y, rigurosamente verdadero, su gol falso. Parece mentira que usted y su señora sean convivientes.

Y parece mentira especialmente lo de Pau Donés: estaba mucho más vivo y lúcido que muchos de nosotros.

Bilatu