Estamos aquí, en tierra de historia, con el alma cargada de dolor y rabia. Hemos venido como parte de la Marcha Global a Gaza con un propósito firme: romper el bloqueo, denunciar el genocidio y exigir el fin de toda complicidad con el Estado genocida de Israel.

Pero no lo hemos logrado. El bloqueo sigue intacto. Las fronteras continúan cerradas, los pasos están bajo vigilancia, las voces, silenciadas; y el pueblo gazatí, masacrado. El Gobierno egipcio, con el respaldo de otros gobiernos aliados al sionismo, ha respondido con persecuciones, detenciones, violencia y aislamiento.

Sin embargo, aunque no hayamos derribado el muro físico, hemos roto el clamoroso silencio. Esta marcha no ha sido solo un recorrido. Ha sido un acto de desobediencia, de dignidad y de memoria viva.

Delante de nosotros, Keops: símbolo de poder petrificado. Detrás, Gaza: símbolo de la vida que resiste.

Seguimos. Porque el pueblo palestino resiste. Para apoyar esa resistencia y ser eficaces debemos organizarnos y llevar la lucha a nuestras realidades más cercanas. Pensar globalmente no basta. Necesitamos actuar localmente.

Esta marcha ha sido necesaria. Ha sido poderosa. Ha sido semilla. Pero esa semilla solo dará fruto si germina en nuestras plazas, en nuestros barrios, en nuestras luchas cotidianas empezando por el boicot, la denuncia del comercio y producción de armas, presión a nuestras instituciones, etc.

Porque no es solo Israel quien perpetra el genocidio. Lo sostiene y lo blanquea una red internacional de gobiernos cómplices. Cada alianza militar, cada tratado comercial, cada envío de armas, cada silencio institucional, es una piedra más en el muro del apartheid.

Por eso, denunciamos no solo al Estado genocida de Israel, sino también a todos los gobiernos que lo arman, lo financian, lo legitiman y callan ante el horror. Nuestra lucha también es contra su complicidad.


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