Ekain de Olano Martinitz-Xil

Primavera electoral

Para cualquier Estado debería ser una victoria haber conseguido la participación en la gobernabilidad de su Gobierno de quienes han combatido al mismo, incluso con las armas.

En una España donde Tamara Falcó da lecciones de ética, para unos españoles, el haber conseguido la participación en el régimen del 78 de quienes intentan su ruptura, es una victoria, para otros, es una traición.

Y, para quienes sufrimos el hostigamiento de un estado que no reconoce nuestros derechos como nación, se trata de un debate ideológico ajeno que condicionara el futuro de nuestro pueblo. En este sentido, el PNV, valiéndose de la agenda ultraderechista, sibilinamente ha introducido el reclamo de Covite en lo que debería de ser un debate sincero y sosegado propio de unas elecciones municipales.

Será verdad que la lluvia de estos últimos días viene a acabar con la sequía a la que nos tiene sometidos el PNV. Quizás presa del miedo que le produce el inminente cambio político, ha decidido invitar a los ultras a embarrar este país que en primavera adquiere todos los colores del verde y que en este mes de mayo bajo un cielo azul invita a trabajar por un futuro mejor en el que todos gritaremos «Gora!».

En este momento, más que cálculos electorales necesitamos tener bondad y sensibilidad sin estas cualidades, el futuro de este país será violento. Por lo tanto, el PNV debería dar explicaciones de porque su modelo se debe al lodazal que genera el discurso de la extrema de derecha. Y, de porque sus intereses electorales están por encima de la historia de este país.

Esta desdicha no es más que la pasajera codicia y la amargura de un PNV que teme seguir el camino del progreso que se merece Euskal Herria.

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