Gerardo Hernández Zorroza

Profesionales contra las cuerdas

El personal asistencial está sufriendo especialmente las consecuencias de lo que llaman «pandemia», y que obededece a la modificación de este término por la OMS en 2008 –año de la gripe A y el «pelotazo» farmacéutico–, que hasta entonces incluía, además de extensión, el concepto de mortalidad.

En el momento en que nos encontramos (tasa de mortalidad por casos de Covid-19 –en una gran mayoría asintomáticos– del 0,14%, muy próximo a una gripe severa, con una media además de alrededor de 85 años), va siendo hora de recuperar la cordura, y retomar la asistencia presencial.

Y si es preciso ampliar camas en grandes hospitales y/o derivar pacientes a otros Centros de Media y Larga Estancia –como se ha hecho en muchos otros momentos de epidemias gripales severas en los que incluso había camas en los pasillos–, pues que se haga. Y punto.

Ya basta de tanto espanto a un covid-19 que ha aparcado, como si de una verdadera pandemia se tratara, la normal atención del paciente con otros procesos de enfermedad, incluso iguales o más graves. Sin hablar de la amenaza de empobrecimiento que nos sobrevuela sin que los políticos hayan hecho los deberes.

Cada día se nos hace más claro a los profesionales del ramo (en mi caso ya jubilado), por dónde pretenden llevarnos. Y no es cuestión de demandar que nos resuelvan, sino de una oportuna desprogramación del profesional de las servidumbres inútiles del sistema de control digital propuesto, que crece día a día y nos anula.

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