Iñaki San Sebastián

Pulso entre mayorías

Visto el resultado de las recientes elecciones en el Reino Unido, me pregunto: ¿Cual podría ser la primera reflexión de cualquier peatón sin grandes pretensiones? A botepronto diría algo así como que el triunfo conservador, (con el matiz que aporta el soberanismo escocés), supone una gran victoria para la mayoría del dinero. ¿Esto es bueno o es malo para la mayoría de las personas? En este punto la división de opiniones es manifiesta. El dinero es necesario para todos y en este sentido la creación de riqueza, en principio, es algo bueno. ¿Cuales suelen ser los problemas? Citaré un par de ellos. Por una parte, su mala distribución entre las personas, (desigualdades abismales en el reparto). Por otra, los destrozos que suelen causarse en la naturaleza, (daños irreparables en el hábitat, cambio climático, etc.).

Volvamos la mirada hacia un Estado español, en plena efervescencia electoral. Oigo los cantos de sirena de la minoría que controla la mayoría del dinero y siento una especie de vergüenza ajena. ¡Claro que son creadores de riqueza! Por supuesto que sí, pero a cualquier precio y para quedarse ellos mismos con la mayor parte del pastel. Los demás, es decir, la mayoría de las personas, no tenemos que ser desagradecidos. Debemos conformarnos con las migajas que caen de sus suculentas mesas. Sobre las orgías, corruptelas, sueldos millonarios, etc. de la bancada acaudalada, silencio administrativo. Pues bien, a pesar de todo siguen encabezando encuestas y exhibiendo un triunfalismo que hace temblar. ¿Y qué pasa con quienes se comprometen a priorizar la atención por las personas? Nos hablan una y otra vez de trabajar por la redistribución de la riqueza, de luchar contra la desigualdad, de cuidar el medio ambiente, la sanidad, la educación, etc. ¿Pero con qué credibilidad? La gran atomización de los liderazgos, la incapacidad manifiesta de llegar a una unidad de acción y la vulnerabilidad mostrada ante la tentación del dinero, generan algunas dudas. Andalucía es un primer botón de muestra y no tiene muy buena pinta.

En Euskal Herria, a pesar de nuestro arraigado matiz soberanista y nuestro relativo bienestar material, tampoco nos libramos del pulso entre las dos mayorías mencionadas. ¡Vivir para ver! Quiero seguir creyendo en la solidaridad y sensatez de la buena gente, merecedora de líderes capaces de practicar lo que predican. Sí se puede crear riqueza, sin destruir el hábitat. Sí se puede repartir la tarta con un poquito más de equidad. Solo nos falta querer hacerlo, de verdad, convencidos de las bondades que esto podría aportar al conjunto de la ciudadanía. En este sentido, aunque más resignado que ilusionado, emitiré mi voto pensando en esa mayoría de personas, acreedoras a una máxima atención institucional. ¿Acertaré?

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