Muchas personas afirman que matriculan a sus hijos e hijas en los centros que se denominan católicos porque desean que reciban una enseñanza de acuerdo con esa religión. Pero, si analizamos el contenido del currículo, es decir, de las materias o asignaturas que se imparten en la educación obligatoria (primaria y secundaria), comprobaremos que son las mismas que las de los centros públicos.

Por otra parte, no existe ningún componente cristiano en lengua, historia, matemáticas ni en el resto de asignaturas, y la de religión, que es la única que podría tener un componente diferenciador, también tiene su asignación horaria -la misma- en los centros públicos, lo que supone que quien lo desee puede optar a que sus hijos e hijas reciban enseñanza acerca de su contenido, además de la que le ofrecen las instituciones religiosas, que son a las que realmente debería competer en exclusiva si no estuviéramos presos de un acuerdo franquista entre el Estado español y el Estado vaticano.

Todo lo anterior lleva a preguntarse acerca de los verdaderos motivos que impulsan a muchas personas, inclusive las que se consideran de izquierdas, a matricular a su prole en la opción privada subvencionada, motivos que más parece que guarden relación con razones poco cristianas, como serían la xenofobia, el racismo o la aporofobia.