Javier Orcajada del Castillo

Son como niños

Los políticos españoles alardean porque Catalunya ya se ha pacificado y desciende el  independentismo. La Generalitat está gobernada por el PSOE. Por lo visto las maneras civilizadas de Illa han convencido a los separatistas y ahora aman a España. Así son de simples. Disimulan la humillación de Puigdemont exilado en Waterloo, que es foco internacional que irradia el independentismo de Catalunya.

Creen que la solución del problema identitario catalán se soluciona con leña de la GC y el Procés bajo la mano de hierro de Marchena, condenando a los líderes independentistas y  aplicando el 155 a ciegas. Ahora se ha convertido desde Bruselas en riesgo para la estabilidad del Estado, pues exige  profundos cambios estructurales para ceder sus votos en las elecciones en las que el independentismo catalán es decisivo para que Sánchez se mantenga en La Moncloa. Ha impuesto la amnistía general que ha movido los cimientos del Estado. Complica las finanzas públicas exigiendo que se condone parte de las deudas de las Autonomías con Madrid, con la ironía del voto en contra del PP a pesar de que beneficiaría a las gobernadas por la derecha en su mayoría, pues es un caramelo envenenado, que sanearía sus exhaustas finanzas, pero sería comer el pienso de la mano de su rival. 

Son trampas saduceas que impone a la pobre opinión pública española el implacable Puigdemont, que es reconocida por la europea como humillación al Estado y que la propaganda española se desgañita proclamando que «somos una democracia consolidada», a pesar de que las tozudas sentencias de los jueces españoles que se muestran rebeldes y son rechazadas por los de la UE. Catalunya está convirtiendo a la España del Lazarillo de Tormes en democracia real a la fuerza.

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