Garazi Aizpurua, profesora de Filosofía

Verdades a la fuga: entre hechos y sombras

Vivimos en un mundo tejido de palabras, de relatos que nos explican lo que somos. A veces nos han dicho que los hechos son sólidos como la piedra, inamovibles, eternos. Y, sin embargo, cuando nos acercamos, se desvanecen en un juego de perspectivas. Nietzsche nos susurra que no hay hechos, solo interpretaciones. Ortega y Gasset nos recuerda que cada mirada es una versión distinta del mundo, filtrada por nuestra historia y nuestras circunstancias. Así todo se vuelve relativo, un mar de opiniones en el que parece imposible anclar una verdad.

Es cierto: nuestra mirada nunca es neutra. Cada generación reescribe la historia, cada cultura moldea su propia moral, cada individuo carga con sus lentes invisibles, forjados en su educación, en sus miedos, en sus deseos. Así, el pasado se reinterpreta, los juicios cambian, y lo que ayer fue certeza hoy es duda. ¿Cómo podemos, entonces, hablar de lo verdadero?

Es complicado, pero hay momentos en los que, sin duda, el relativismo absoluto se tambalea. Existen hechos que, por más que los vistamos de matices, permanecen. No importa cuántas versiones se construyan sobre un desprecio hacia alguien, sobre una injusticia, sobre un acto de violencia: lo sucedido está ahí. La contextualización es esencial, sí, porque nada ocurre en el vacío, pero reconocer un hecho no es un acto de juicio moral; es un acto de honestidad.

No todo es interpretación. Hay verdades que trascienden nuestra mirada, no porque sean impuestas, sino porque son innegables. El sufrimiento humano, el abuso de poder: son realidades que no pueden relativizarse hasta el infinito sin caer en la indiferencia. Admitir un hecho, reconocerlo sin excusas ni adornos, no es un ejercicio de condena moral, sino de responsabilidad.

Quizás la verdad nunca sea tan rígida e inflexible como un monolito, pero tampoco es un mero espejismo. Está entre nosotros, fragmentada, herida, esperando ser reconocida. No para imponer dogmas, sino para recordarnos que, en medio de la marea de interpretaciones, hay cosas que no debemos ignorar. 

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