A la altura del momento y de este pueblo

Desde el inicio de la crisis del Covid-19 los políticos dicen que están al dictado de la ciencia. Los comités científicos determinan las decisiones gubernamentales y si, como ocurrió ayer en el Estado francés, ciudadanas y ciudadanos son llamados a ir a votar y, a la vez, a quedarse en casa, dicen que la paradoja se da tras escuchar a los científicos. El argumento cae por su propio peso. No es cierto que haya desaparecido el impulso y cálculo partidista en la respuesta al coronavirus. Buen ejemplo de ello son la primera vuelta de las elecciones municipales francesas o la decisión ventajista de Pedro Sánchez de utilizar el estado de alarma para laminar competencias y políticas de proximidad en beneficio de un mando centralizado.

¿Cómo se aplican las consignas de confinamiento con el mantenimiento de unas elecciones? Parece una incoherencia aparente, pero en realidad es una temeridad absoluta. Si algo no es un juego de suma cero, eso es una pandemia global. La enfermedad de otro no es ganancia para uno, sino una amenaza. Ningún partido, ninguna nación, gana con la desgracia de otra. Contra el contagio prima la cooperación, a todos los niveles, desde el interpersonal al internacional, porque la flaqueza de uno, de cada pueblo, amenaza a otros, a todos los pueblos.

Con un país confinado y con su vida social paralizada, el lehendakari Urkullu se reúne hoy con los partidos para abordar la crisis. Quizá se han tomado ciertas medidas con tardanza y por momentos la gestión ha parecido errática, pero no es momento para rifirrafes. Todos deben colaborar y estar a la altura de este pueblo. Todos deben defender nuestro autogobierno y sus decisiones. Y, aunque no sea un acto anodino y signifique entrar en la incertidumbre, fuera de todo marco precedente, hoy deben anularse las elecciones del 5 de abril. En estas circunstancias excepcionales, no ir a votar es un acto cívico, de compromiso con la comunidad, con las vidas de nuestros compatriotas.

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