Adelantar las elecciones es un cálculo complejo y arriesgado

Las elecciones irlandesas han vuelto a demostrar lo peligroso que puede ser en este momento histórico convocar unos comicios siguiendo cálculos partidarios o en base al estado de la opinión pública. Más aún si lo que te guía no son tus fortalezas, sino las debilidades de los adversarios. Las mismas encuestas que te empujan a ser audaz, te pueden hundir en pocas semanas. La volubilidad política actual contrasta con el convencimiento de algunos asesores y la prepotencia de ciertos mandatarios.

El taoiseach, Leo Varadkar, cometió el error de pensar que adelantando los comicios pillaría a sus contrincantes con el pie cambiado. Por ejemplo, pensó que los tropiezos electorales del Sinn Féin el año pasado eran una tendencia firme que caminaba en paralelo a sus obsesiones particulares. Nada más lejos de la realidad.

En la campaña ha explotado el hartazgo social con las políticas del establishment. La necesidad de un cambio estructural ha tomado fuerza, se ha visto como posible por primera vez. Los creadores y beneficiarios del denominado «tigre celta» han sido señalados. Se ha impuesto una agenda emergente que responde a las fallas principales del sistema, empezando por la crisis de la vivienda. Las comunidades que han conformado la red de asistencia se han convertido en redes de resistencia ante el fatalismo. Frente a quienes promueven debates y esquemas del pasado, se han abierto paso nuevas generaciones a las que no mueven los miedos o los odios de sus mayores, sino sus dificultades para sacar adelante una vida digna. Todo ello junto con una campaña brillante por parte de los republicanos, han hecho que los cálculos de los líderes de Fine Gael y Fianna Fáil hayan saltado por los aires.

Por supuesto que las encuestas pueden equivocarse, pueden provocar una reacción y pueden impulsar un voto o el opuesto. Pero la campaña ha provocado un cambio importante en el electorado irlandés.

Claro que no es imposible que Varadkar repita como primer ministro, y ya ha prometido que apoyará a quien sea para impedir que Mary Lou McDonald sea taoiseach. Pero incluso en ese escenario los postulados políticos de los ultraconservadores habrán salido mermados y se habrá abierto la oportunidad para construir una alternativa política para los y las irlandesas. La perspectiva de diez años para lograr la unidad irlandesa toma también peso político.

Mismas preguntas, diferentes factores

El lehendakari Urkullu se enfrenta en estas horas a las mismas dudas y riesgos de los que ahora Varadkar es plenamente consciente. Adelantar o no las elecciones es siempre un cálculo complejo. Aunque estés en una posición aparentemente tan cómoda como el PNV.

En el caso de Iñigo Urkullu, deberá evaluar por ejemplo si los escándalos por corrupción y clientelismo no minarán su credibilidad; si la gestión nefasta de crisis como la del vertedero de Zaldibar y las responsabilidades que pueda haber detrás no le pasarán factura al Gobierno Urkullu; si se puede fiar de que el Ejecutivo español le otorgará a tiempo alguna transferencia que mostrar como premio a su apoyo; si el Estado no sacará su naturaleza represiva en Catalunya y si la ultraderecha no se crecerá polarizando el debate; si Elkarrekin Podemos aguantará las luchas internas por el poder y si apoyar al PNV-PSE más allá de los presupuestos no les castigará más de la cuenta; si el PSE remará a su lado o se pondrá definitivamente en modo electoral; si la tendencia ascendente de EH Bildu se mantendrá y si capitalizarán la candidatura de Maddalen Iriarte; si los valores emergentes entrarán en la agenda con más fuerza y alterarán el balance de sus políticas…

Hacer todos estos cálculos con un temperamento obsesivo y bastante reaccionario, y sin nadie alrededor que levante la mano y te diga que deberías controlar esa ira, no debe ser fácil. Leer todo en esa clave tampoco debe ayudar. Nadie sabe a ciencia cierta qué le beneficiará a cada una de las fuerzas políticas vascas en este momento, y el que asegure lo contrario, miente o está demasiado pagado de sí mismo. Pero es difícil pensar que las ridículas maniobras, filtraciones y enfados de esta semana sumen algo al liderazgo o a la salud democrática del país.

Bajo estas condiciones, la ansiedad electoral es comprensible. Sin embargo, es la paciencia estratégica la que marca la diferencia. En Irlanda, en Euskal Herria y en cualquier pueblo que luche por su libertad.

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