Catalunya persevera por una salida democrática

Los últimos días asistimos a otra escalada –de momento dialéctica– contra Catalunya. A los habituales llamamientos de la derecha a aplicar el 155 se ha sumado esta vez el Gobierno con el envío de tres misivas a la Generalitat en las que amenaza con una nueva aplicación del artículo 155 y la intervención de los Mossos. El discurso de ayer en el Congreso de Pedro Sánchez volvió a certificar que no tiene ni plan ni voluntad para dar cauce democrático a las legitimas aspiraciones del pueblo catalán, limitándose a insistir en vacuos llamamientos al diálogo.

A pesar de que las fuerzas políticas catalanas continúan sin tener una estrategia compartida para abordar los siguientes pasos del proceso hacia la independencia, cualquier movimiento que den, por pequeño que sea, desata la histeria en la corte madrileña. Así, la reciente visita del president de la Generalitat, Quim Torra, a Bélgica y Eslovenia ha mostrado que la causa catalana –a pesar de la labor de zapa de Madrid– despierta una creciente simpatía en todo el mundo y continúa ganando adhesiones en el ámbito internacional. De ahí la desproporcionada reacción de las fuerzas del 155 elevando el tono de las amenazas, repitiendo mentiras y dejando en evidencia el carácter profundamente autoritario y antidemocrático del Estado español. Por otra parte, Madrid no ceja en su afán de mostrar quién manda en Catalunya trasladando a Barcelona una reunión del Consejo de Ministros en el aniversario de las elecciones celebradas con el 155, que por cierto perdió.

La huelga de hambre de los presos Turull, Sànchez, Rull y Forn cumple ya 14 días en denuncia del carácter político del proceso al que están siendo sometidos. En Madrid oscilan entre desprestigiar la protesta o ignorarla. Pero a nadie se le escapa que el impacto de la huelga irá en aumento y por ello el tribunal ha decidido adelantar la vista de las cuestiones previas de la causa a la próxima semana, casi un mes antes del juicio. La perseverancia por la solución democrática está hundiendo la estrategia española de buenas palabras sin propuesta política.

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