Dilema en París, enroque en Madrid

El Tribunal de Apelación de París decidió ayer dejar en libertad a Josu Urrutikoetxea al tomar en consideración que su estado de salud –iba a ser operado el día que fue detenido– es incompatible con su estancia en la cárcel. El tribunal le impuso medidas de control judicial y retrasó la vista de los recursos que ha planteado a las dos sentencias en rebeldía dictadas contra él por tribunales franceses. La noticia fue bien acogida en Euskal Herria en la medida en que indica un compromiso de dar pasos que afiancen el proceso de paz y que aborden las consecuencias del conflicto político.  

 Sin embargo, en el Estado español predominaron las reacciones de sorpresa y estupor. Algo nada extraño teniendo en cuenta que el Gobierno vendió la detención de Urrutikoetxea el pasado mayo como si de una gran hazaña bélica se tratase, obviando totalmente los cambios políticos que se han fraguado en Euskal Herria en los últimos años y de los que Josu Urrutikoetxea ha sido uno de los impulsores, hasta el punto de que fue una de las personas que leyó la declaración final de ETA. Intelectuales, juristas y expertos en procesos de paz han subrayado la aportación del militante vasco y pedido su liberación a través artículos en medios franceses. La opinión pública es sensible a estos argumentos y ve con recelo que por presiones españolas se persiga a quien ha trabajado por la paz.

 Finalmente, a la salida de prisión Urrutikoetxea fue retenido por la Policía francesa para comunicarle una euroorden emitida por el Estado español. Ahora deberá volver a comparecer ante el Tribunal de Apelación para que vuelva a decidir sobre su libertad. Es posible que este sea el procedimiento habitual para comunicar una euroorden, pero seguramente habría otros modos de hacerlo, sobre todo, teniendo en cuenta que se trata de una persona que acaba de ser liberada porque está gravemente enferma. Una nueva escaramuza para retrasar otro poco su libertad que ofrece otra pírrica victoria a la patológica lógica política española. Madrid continúa enrocado en el pasado.

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