El desarme nuclear, una prioridad inaplazable

Hace 80 años, el 6 de agosto, EEUU lanzó la primera bomba atómica contra la ciudad japonesa de Hiroshima. La explosión mató entre 70.000 y 100.000 personas. A final del año, la cifra de fallecidos ascendía ya a 140.000 personas. Tres días más tarde, lanzó una segunda bomba atómica en Nagasaki. A pesar de las razones militares esgrimidas para justificar el ataque, fue ante todo una demostración de poderío con la que Washington se situaba en el mundo que se abría tras la guerra.

Como en todos los aniversarios, Japón ha preparado un solemne acto conmemorativo al que acudirán representantes de 120 países y en el que se abogará por el fin de las armas nucleares. Una demanda de gran actualidad, como destacó ayer el Comité Internacional de la Cruz Roja. Advirtió que el uso intencional o accidental de armas nucleares sigue siendo «terriblemente real» por las fuertes tensiones geopolíticas. Estos conflictos están llevando a que los países, en lugar de avanzar hacia el desarme nuclear, hagan cada vez más énfasis en la modernización de las armas atómicas en sus doctrinas militares. Publicaciones de carácter analítico incluso han planteado la posibilidad de un uso limitado de las mismas. En el contexto de la guerra de Ucrania, el último cruce de declaraciones entre Washington y Moscú muestra que tras la retórica se está produciendo el rearme nuclear, que esta semana se ha saldado con el levantamiento de la restricción unilateral que mantenía la Federación Rusa sobre el despliegue de misiles de corto y medio alcance en Europa. Asimismo, es alarmante que EEUU e Israel bombardearan en junio instalaciones nucleares en Irán, una acción que viola la Carta de la ONU y el derecho internacional.

Promoviendo la carrera armamentística, el afán bélico, la impunidad del genocidio palestino, el sabotaje a la justicia internacional… están arrasando los consensos construidos a raíz de los desastres de la Segunda Guerra Mundial. También el de que la guerra nuclear lleva a la destrucción mutua. Ahora que la lucha por avanzar hacia el desarme nuclear vuelve a la agenda, Europa debería tomar posición y liderarla.

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