El fiasco del TAV exige asumir responsabilidades

Antes de que los hechos consumados se conviertan en el principal argumento para seguir con el derroche del Tren de Alta Velocidad –«si ya está casi hecho, ¿cómo no lo vamos a terminar?», alegarán–, es importante observar qué ha ocurrido con el argumentario que presentó en su día el TAV como la panacea sin la cual este país apenas iba a llegar al siglo XXI.

Uno de los grandes argumentos fue el de la conexión con Europa, pero resulta que, a día de hoy, la “Y vasca” sigue siendo un proyecto-isla sin conexión al otro lado del Bidasoa. Otro punto fuerte del argumentario con el que se ha defendido despilfarrar millones de euros ha sido el de reducir la circulación de camiones por carretera y ayudar a aminorar las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte de mercancías. Como recuerda hoy GARA, Lakua llegó a defender hace diez años que el TAV sacaría un total de 2.051 camiones diarios de la carretera solo en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Una década después, sin embargo, el propio Gobierno de Gasteiz ha reconocido este mismo año que el Tren de Alta Velocidad no llevará ni traerá mercancía alguna ni de Burgos ni de Burdeos. Una inocentada, que diría el lehendakari Urkullu.

Poco a poco, el TAV va emergiendo como lo que buena parte de la población ya intuyó que era desde un principio: un derroche inútil de millones de euros que no sirve más que para engrasar las cuentas de constructoras –muchas de ellas multadas recientemente por repartirse contratos públicos–, sin responder a ninguna necesidad estratégica del país. La hipoteca que esta desmedida obra supone en tiempos de evidente crisis de los servicios públicos es algo por lo que PNV y PSE deberían responder, en especial, cargos como el consejero Iñaki Arriola, que en 2012 aseguraba que el TAV sacaría más de mil camiones al día de las carreteras y que ahora dice no tener previsiones sobre las mercancías que iba a transportar el Tren de Alta Velocidad según Lakua. La amnesia –a la que también se apuntó el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, al calificar el TAV de «bidegorri» y de «desastre»– no es una opción cuando el despropósito es de semejante calibre.

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