El fruto de una lucha que trasciende a este campo

Hay luchas que tienen un valor más allá de sus fronteras, de sus demandas concretas para un grupo de personas concretas y en un momento puntual. Combates que adquieren un carácter simbólico, que conectan con corrientes de lucha históricas y con el momento político. Peleas que representan a más personas y a más cosas que lo que pone en una pancarta cualquiera.

Es lo que ha ocurrido en cierta medida con la huelga en Huerta de Peralta, que ayer concluyó tras avalar la asamblea el acuerdo logrado entre el sindicato LAB y la empresa. El acuerdo, en el que las partes han tenido que negociar duro y renunciar a cosas, es muy positivo desde el punto de vista de los trabajadores. Recoge la mayoría de sus demandas. Ayer lo celebraron, pero mantienen la movilización convocada para el sábado en Iruñea, porque creen que el tema de la precariedad debe seguir en la agenda.

El sector agroalimentario, en general, y el campo en particular, cada vez tiene menos peso dentro del tejido económico. Se ha industrializado y, sin embargo, las condiciones de trabajo son a menudo pre-industriales, es decir, latifundistas. Tal y como ya ha ocurrido en otros ámbitos donde la precarización adquiere formas rayanas con la esclavitud, en el caso del agro navarro se dan paradojas que han convertido esta lucha en emblemática. Los protagonistas son en su mayoría migrantes porque los locales no quieren hacer estos trabajos. Están representados por un sindicato abertzale. Viene de una realidad de desequilibrio total entre patronal y trabajadores, con condiciones laborales ajenas a los criterios mínimos de justicia, equidad y dignidad. Hasta ahora eran invisibles para la sociedad vasca. Eso ha provocado que la red de solidaridad se extienda por todo Euskal Herria. Por todo ello, su voz ha llegado con fuerza a quienes creen en una sociedad más justa y defienden el valor de la lucha para lograrla. Porque en euskara, árabe o castellano, esta lucha significa lo mismo.

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