El Gobierno francés abdica ante la extrema derecha

Esta vez ha sido el Gobierno francés el que anunció un amplio paquete de medidas para restringir la migración, que el primer ministro, Édouard Philippe, presentó como un intento de recuperar el control de la política migratoria. El plan incluye cuotas a la inmigración de profesionales, nuevas restricciones para limitar el acceso de las personas inmigrantes a la asistencia médica, más centros de detención y, como no puede faltar en ningún plan gubernamental que se precie, la correspondiente sección dedicada a la lucha contra el fraude, centrada esta vez en la reunificación familiar.

Por mucho que el primer ministro lo presente como un «ejercicio de soberanía», la esencia del plan indica que el Gobierno ha abdicado de cualquier actuación medianamente racional para plegarse al programa migratorio de la extrema derecha. Solo se puede entender que se establezcan cuotas a la inmigración de profesionales –cuando apenas representan el 13% del total– como un precedente en el camino para ampliar y extender posteriormente las restricciones. Más peligrosos son los obstáculos en el acceso a la sanidad que pueden impedir el tratamiento a tiempo de enfermedades de un colectivo que suele llegar con importante problemas físicos. Cualquier enfermedad de cualquier persona que no sea tratada a tiempo por un impedimento administrativo puede ser transmitida y acarrear importantes problemas de salud pública a medio plazo. Así lo han denunciado sindicatos y organizaciones sociales que han considerado que la propuesta del Ejecutivo de Macron representa un retroceso sin precedentes.

Da la impresión de que en una época caracterizada por la emergencia climática que amenaza la vida en el mundo, la clase política todavía no ha comprendido que las restricciones y limitaciones no sirven para resolver cuestiones globales. Es tiempo de proponer soluciones integrales que pasan necesariamente por plantear unas relaciones mucho más equitativas, no por aumentar la persecución.

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