Entre migraciones, turismo y emancipación juvenil, una fotografía endiablada del país

Si se trata de establecer prioridades civilizatorias, la guerra y las migraciones, la emergencia climática, la violencia y la discriminación contra las mujeres y el crecimiento de la pobreza y las desigualdades no tienen rivales de semejante entidad y transversalidad. Entre las cosas urgentes y las importantes, apenas hay margen para otros temas. Las experiencias de resistencia y la búsqueda constante de alternativas se llevan gran parte de las energías revolucionarias y emancipatorias. La conjunción de movimientos reaccionarios y autoritarios que se están organizando contra esas prioridades y la capacidad de recomponerse del sistema neoliberal son la parte oscura de ese marco.

Además de esos grandes temas que de una forma u otra se mantienen en las portadas por la actualidad que generan (consecuencias diversas de las guerras en Ucrania y en Gaza; pinchazos y otras agresiones sexistas; incendios, sequía y crisis energética; inflación y usura…), bajando un escalón en niveles de alerta, existe otra gama de cuestiones políticas que afectan seriamente a la vida de las personas, que tienen relación con esos grandes temas y que merecen la atención de quienes promueven cambios estructurales, de progreso y liberación. Son temas que afectan al desarrollo de las sociedades, también de la vasca.

La ambición comunitaria de vivir mejor

Esta semana se ha hablado, por ejemplo, de saldo migratorio, de tasas de emancipación juvenil y de modelos de turismo. Resumiendo mucho, Euskal Herria no resulta atractiva para retener a la migración extranjera, la juventud tiene problemas serios para independizarse debido a la precariedad laboral y a los precios de la vivienda, lo que está relacionado con los grandes poderes económicos que dominan una parte creciente del negocio del turismo, que fomentan un rentismo que solo beneficia a unos pocos, resta vivienda y no tributa como debe.

Se trata de indicadores sociales que exponen dificultades en un futuro no muy lejano. En el terreno de la migración, con un envejecimiento galopante, siendo migrante apenas un 10% de la población y sin soberanía para aplicar políticas migratorias proactivas, la única perspectiva es tener una propuesta política, socioeconómica y cultural atractiva y convincente.

¿Cómo van a plantearse proyectos de vida estables en Euskal Herria las personas que transitan en busca de oportunidades si se dan cuenta de que los y las jóvenes vascas no tienen expectativas? Los migrantes asumen, a la fuerza, condiciones que resultaban inaceptables hasta ahora para la ciudadanía vasca –una parte de la cual, empleadores y rentistas, se están beneficiando de esas condiciones–, pero no pueden establecerse si no ven opciones de avanzar. Por lógica, su aportación será pasajera y sus compromisos con la comunidad limitados.

Asimismo, es evidente que hay modelos de desarrollo económico que no son viables a medio plazo. El turismo masivo es uno de ellos. Hay experiencias traumáticas suficientes en el mundo como para no caer en esa trampa. El sentido de la industria turística es mejorar la vida de quienes habitan en un lugar, no convertir el territorio y a la ciudadanía en serviles.

Con emergencias y alertas tan apremiantes y relevantes no es fácil mantener la soberanía y la democratización en la agenda. Sin embargo, no hay otra perspectiva más fructífera y eficaz si se quieren generar cambios políticos que mejoren la vida de las personas que viven y trabajan en Euskal Herria. Tanto en esa gran agenda como en las otras docenas de cuestiones adyacentes, no hay mejor garantía que el compromiso con la supervivencia y el desarrollo de la nación vasca y su consecución a través de la justicia y la democracia. Solo así se pueden revertir las tendencias retrógradas y jibarizantes.

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