Ganar centralidad sin perder el impulso del cambio político

La izquierda soberanista vasca no es dada al juego político posicional, aquel que busca la centralidad por encima de todo. En su tradición, enriquecida ahora por el factor de la coalición de diferentes familias en torno a EH Bildu, el objetivo de la actuación política siempre es un cambio estructural y profundo. Se puede afirmar que, en general, prevalece una visión estratégica sobre el cálculo más táctico. Podría decirse, de nuevo en general, que prefiere promover cambios en la cultura política que terminen trasladándose a nuevas hegemonías sociales en vez de maximizar en cada momento la cuota de poder que le otorga su posición como segunda fuerza política vasca.

Esa visión marca unos tiempos que no siempre casan bien con los ciclos establecidos en base a legislaturas. Esto le ha llegado a pasar factura, porque en términos de percepción sus adversarios han jugado a situarlos como maximalistas. La negociación de los presupuestos de la CAV ha roto en parte estos prejuicios. El PNV se ha dado cuenta tarde de que, desde su punto de vista, perdía tanto si llegaba a un acuerdo como si rompía las negociaciones. No han acertado en las maniobras del acto final, en las que son maestros.

Si la idea del maximalismo no ha funcionado porque se ha visto claramente que dinero hay, la acusación de electoralismo resulta aún menos creíble, porque nadie en EH Bildu piensa que esos pensionistas vayan a cambiar su voto en masa por esta negociación. Sí creen que el debate de pensiones mueve el eje hacia una perspectiva de país, soberanista y de justicia social, que trasciende al trámite parlamentario y al marco español.

También va más allá del ciclo de cuatro años al promover un debate intergeneracional y proyectarlo a la sociedad vasca del futuro, a la urgencia de abordar ahora los retos que marcarán las próximas décadas.

Por último, pero no menos importante, rompe los dogmas de la derecha sobre el gasto social y las ayudas a los sectores más desfavorecidos. Buscaban revertir los recortes impuestos bajo la doctrina de la austeridad. Al tratarse de un debate de presupuestos, no de pura ideología, los términos han sido económicos y concretos, en euros y con cifras de las personas afectadas que hubiesen salido beneficiadas de aprobarse las cuentas.

Ha sido, en definitiva, una apuesta inteligente que Maddalen Iriarte y Nerea Kortajarena han ejecutado con seriedad y credibilidad. EH Bildu ha ganado centralidad en el juego de posiciones sin renunciar a su visión sobre qué es la política y para qué están en ella.

Algo no ha funcionado como solía hacerlo

La mayor virtud del PNV es apostar a corto plazo y adaptarse a casi cualquier situación. No le molesta gestionar hegemonías ajenas, ni la del peso de la ley del Estado ni la soberanista y a la izquierda de la sociedad vasca. Esta vez, sin embargo, ha sufrido al ver cómo EH Bildu le ganaba en su terreno, en la gestión y la centralidad.

La salida en tromba del jueves del PNV para culpar a EH Bildu de la prórroga de los presupuestos seguía un guión que en otra época funcionaba. Andoni Ortuzar iba a marcar la pauta de par de mañana, pero se mostró débil en los argumentos y flojo en la gestión de las contradicciones, su especialidad. Diga lo que diga, Pedro Azpiazu no puede dejar de transmitir que necesitaban sacar adelante estas cuentas y que las propuestas de EH Bildu mejoraban las suyas y eran viables. El PSE está desaparecido y el lehendakari Urkullu no sabe atar sus demonios cuando la izquierda abertzale está de por medio. El viernes en el pleno tuvo que frenar. También intentaron cambiar el foco de atención con la tardía y controlada dimisión de Jorge Aldekoa por el caso Cabacas, pero en un tema que los deja aún más en evidencia.

La radiotelevisión pública merece un apunte. Debe reflexionar sobre su función pública. Buenos profesionales poco pueden hacer cuando hay unas inercias tan viciadas y unas malas praxis de propaganda y clientelismo tan evidentes. En general no son órdenes expresas, seguro, pero sí malas costumbres, desequilibrios y jugar sobre seguro. El caso es que ya no funciona como antes y dinamita su credibilidad.

El PNV se muestra infalible si no tiene alternativa, si puede capitalizar el quietismo. Si se le obliga, se le ven las costuras: sus vicios, su falta de liderazgo, su pésima política de alianzas y sus errores de cálculo. Eso sí, aun así, le votan masivamente. No obstante, parte de su dominio es que le tenía tomada la medida a la izquierda independentista. Esto puede cambiar, como se ha visto.

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