Geroa Bai se delata con un desalojo incomprensible

Tener responsabilidades de gobierno conlleva a veces la tentación de acabar creando problemas donde no existen. Es lo que ha ocurrido con el gaztetxe Maravillas, una iniciativa que estaba echando raíces en el corazón de Alde Zaharra de Iruñea sin generar conflictos y con creciente adhesión, y que ha sido atacado por una actuación del Ejecutivo Barkos que solo se entiende desde una perspectiva partidista y, más aún, electoralista.

El innegable carácter público del Palacio de Rozalejo no puede ocultar la evidencia de que llevaba décadas abandonado y hasta hace una semana no se había planteado un proyecto concreto para el mismo. La acción judicial emprendida resultaba totalmente prescindible y abocaba el conflicto a un desalojo policial que tiene siempre consecuencias impredecibles. La voluntad de diálogo que ambas partes argumentaban no se ha apurado, pese a la iniciativa vecinal lanzada el jueves para ello. Y finalmente, en ausencia de la consejera de Interior, la Policía Foral fue enviada con porras y cizallas –y  proyectiles que requieren explicación oficial– a un espacio de resistencia pacífica. Esa cadena de irresponsabilidades solo se explica desde el objetivo de buscar una determinada posición electoral, y lo delata mejor que ninguna otra cosa la gratuita acusación al alcalde de Iruñea, Joseba Asiron (EH Bildu), de hacer «oídos sordos» en un conflicto que simplemente no existía hasta la fecha. Y que ahora va a ser difícil solventar, como reflejó la nueva okupación producida ayer tarde.

Obviamente Uxue Barkos no es Yolanda Barcina ni Miguel Sanz (ni siquiera Iñigo Urkullu, que difícilmente hubiera ofrecido reunirse con un gaztetxe), pero esta vez el resultado de su acción política resulta equiparable a cómo hubiera afrontado el asunto el viejo régimen. Y no hay más que observar el visto bueno de UPN, PSN o C’s y escuchar el rechazo de sus socios de gobierno, ELA o LAB para comprobarlo.

Bilatu