La atención primaria es la clave de bóveda de cualquier sistema de salud. Sus profesionales son los que se relacionan directamente con los miembros de la comunidad en la que trabajan. Conocen de primera mano tanto el historial médico como la condición socioeconómica de las personas a las que tratan y, por tanto, están en una posición inmejorable para velar por la salud y, llegado el caso, diagnosticar y curar a los pacientes.

En la actual pandemia, la actuación de los profesionales de atención primaria ha sido clave en la identificación y diagnóstico de las personas contagiadas. Tal vez por esa razón, los políticos han empezado a enfatizar en sus discursos la importancia de la atención primaria como elemento clave de un buen sistema de salud. Es una buena noticia que lo reconozcan, pero lo más importante será que no se les olvide cuando llegue el momento de preparar los siguientes presupuestos públicos. Porque en estos últimos diez años la atención primaria también ha sufrido importantes recortes en los recursos que maneja y en el personal que emplea. Una merma que aleja tanto a la CAV como a Nafarroa de los criterios de inversión que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Por otra parte, una comparación de los recursos del sistema vasco de atención primaria con las medias europeas tampoco arroja mejores resultados. La consecuencia de los recortes y de la falta de medios suele ser una sobrecarga de trabajo que impide a los profesionales realizar su labor de manera eficiente, lo que finalmente se suele traducir en un mayor esfuerzo de la atención especializada, que además resulta más cara.

La inversión en atención primaria es la más rentable, tanto en términos de salud –una buena atención mejora la salud comunitaria–, como en términos de recursos –reduce el uso de la costosa atención especializada–. Una idea que ya recoge una expresión popular, «más vale prevenir que curar», que, sin embargo, hasta ahora no parece que haya sido suficientemente entendida en el ámbito político.