La crisis climática es una realidad y urge adaptarse
Las lluvias torrenciales provocadas por una Dana en el Mediterráneo occidental durante el martes han provocado una catástrofe de dimensiones pocas veces vistas en estas latitudes. Los daños, personales y materiales, se han concentrado en el País Valencià, donde más de 90 personas han perdido la vida, una cifra que, al cierre de esta edición, amenaza con quedarse tristemente corta.
La cercanía de la tragedia -y la debilidad de un marco nacional propio en el ecosistema mediático vasco- ha convertido en excepcional lo ocurrido. Desde luego, lo es. Pero conviene ampliar el foco para ver el panorama completo y sacar las consecuencias pertinentes, más allá de la lógica empatía suscitada por la catástrofe valenciana. Hace solo mes y medio, la tormenta Boris provocó los cuatro días de precipitaciones más intensas jamás registradas en Europa Central y dejó 24 fallecidos. Hace también solo dos semanas que el sureste de Marruecos recibió en dos días más precipitaciones que en todo un año, dejando impactantes imágenes de un desierto inundado. Dos semanas antes, la lluvia redobló el castigo sobre los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf. En primavera, las inundaciones causaron al menos 172 muertos en Rio Grande do Sul, en Brasil. En lo que va de año, China ha registrado un récord de 25 grandes inundaciones debido a acontecimientos meteorológicos extremos.
Por si alguien se resiste a asumir las causas de esta concatenación de hechos, cabe recordar que la evidencia científica indica que las inundaciones son uno de los sucesos meteorológicos que más claramente pueden vincularse con el cambio climático y el aumento de las temperaturas. No es que antes no hubiese tormentas, tifones y Danas, pero la probabilidad de que ocurran y de que sean más violentas es mayor. Esto trae a primer plano la urgencia de implementar, también en Euskal Herria, políticas de adaptación a la crisis climática que, sin restar ni un solo esfuerzo a la mitigación, piensen un urbanismo, un transporte y unos sistemas de alerta que limiten el impacto de una emergencia climática que, por si alguien tenía alguna duda, ya está aquí.