La Ertzaintza debe tener perspectiva de género
La Ertzaintza parece no entender cómo funciona la violencia más lacerante que sufre hoy en día la sociedad vasca, la violencia sexista contra las mujeres. Eso se infiere de la gestión de la primera muerte en Euskal Herria por violencia machista de este año. Con la información que tenía desde un primer momento, la primera nota de prensa que publica la Ertzaintza sobre la muerte de una mujer en Barakaldo a manos de su hijo es un despropósito. Al afirmar que «ha iniciado una investigación de los hechos que, según los primeros indicios, podría apuntar a una muerte en el ámbito de la violencia familiar (sic)», indica que hay elementos para no situar esa muerte en el contexto de la violencia sexista. Algo grave, porque distorsiona una de las premisas para entender esa violencia: que su contexto natural y principal es la familia, no las calles ni los descampados, por mucho que esos escenarios azucen el imaginario policiaco y el terror sexista.
En consecuencia, durante dos días seguidos, Emakunde y su directora, Miren Elgarresta, han salido públicamente a enmendar, aunque sea de forma soterrada, a la Ertzaintza por esa nula perspectiva de género. En ese sentido, hacían un llamamiento a toda la sociedad «para que seamos conscientes de la gravedad y del carácter estructural de la violencia machista y de la necesidad de frenar el machismo que convierte a algunos hombres en verdugos o en maltratadores de sus parejas o de sus madres, como en este caso». No parece haber sido escuchada, porque ayer mismo la comunicación sobre el encarcelamiento repetía ese marco. Ni en sus operativos ni en sus comunicaciones la Policía puede dejar de tener una perspectiva de género. Lo dice la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres y Vidas Libres de Violencia Machista contra las Mujeres, además de otros preceptos que tampoco se cumplen.
Al mismo tiempo, hay cientos de policías viendo a diario cómo funciona esta violencia al realizar trabajos de escolta, de vigilancia, de atestados a mujeres que la sufren. A manos de todo tipo de acosadores y maltratadores, por supuesto, pero, en gran medida, de sus parejas y familiares. Es decir, delitos como el de Barakaldo, violencia sexista de manual.