La multilateralidad debe ir más allá del comercio

La Unión Europea y Mercosur, espacio comercial latinoamericano impulsado por Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay y Paraguay –con varios estados más como asociados– firmaron ayer un acuerdo comercial que lleva negociándose un cuarto de siglo. No quiere decir que esté definitivamente aprobado, ya que el tratado requiere de la aprobación del Consejo Europeo, es decir, de los Gobiernos forman la UE.

La polémica está servida, ya que el Estado francés, en una profunda crisis interna, se opone al acuerdo, al considerar que sus agricultores se verán afectados por la llegada de productos producidos a menor coste. Polonia, Austria y Países Bajos secundan a París, pero no es suficiente para bloquear el pacto. La postura de Italia será determinante, lo que deja a Macron en manos de una Giorgia Meloni a la que profesa una notoria animadversión. Por contra, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, defendió, que el sector primario quedará protegido y añadió que las exportaciones europeas se ahorrarán 4.000 millones de euros en aranceles.

Con todo, Von der Leyen elevó tímidamente el tono al apuntar que «no solo es una oportunidad económica, es también una necesidad política». Desdibujada en un escenario dominado por la pugna entre China y EEUU, potencia a la que sigue supeditada, es bueno que la UE levante la cabeza y se recuerde a ella misma que puede actuar como un ente independiente mayor de edad. Para Latinoámerica, también es una manera de diversificar alianzas y salir de la estrecha lógica que le ata a Washington o Pekín. Dicho esto, los tratados de libre comercio son armas de doble filo que, históricamente, han deteriorado las condiciones del sector primario en los países desarrollados, han frenado el desarrollo industrial en los países en vías de desarrollo e impulsan un modelo socioecnonómico opuesto a la biodiversidad e incompatible con los límites planetarios. Un buen acuerdo debería tener en cuenta estas lecciones y recordar otras más recientes: la multilateralidad es crucial en el camino de la gobernanza global, pero esta debe basarse en valores como la justicia y la solidaridad, y no puede limitarse al mero ámbito comercial.

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