La pandemia fortalece todavía más a los ricos

Los estragos que la pandemia ha provocado en la economía apenas han inquietado a las mayores fortunas del mundo. Según la revista “Forbes”, entre marzo y mayo, las 25 personas más ricas del orbe han visto cómo su patrimonio crecía mientras las pérdidas se acumulaban en las economías de todos los países. La actividad se detenía para frenar el avance de la pandemia, la gente perdía su empleo y cerraba sus negocios a causa de las deudas, pero los ricos seguían enriqueciéndose.
La principal razón de esta evolución está en la naturaleza financiera y especulativa de la riqueza. Cada vez tiene menos relación con la producción y el consumo de cosas útiles y más con la emisión de dinero, el crédito y la especulación. No obstante, existen también otros factores. Las empresas que más han ganado con la pandemia han sido las que se han convertido, gracias al «dejar hacer, dejar pasar» neoliberal, en la infraestructura básica de las ciudades: las grandes plataformas digitales que monopolizan y gestionan la información mientras organizan las tareas de producción y abastecimiento que harán millones de trabajadores precarios. Un sistema que acumula riqueza y poder en la cúspide mientras extiende la pobreza en la sociedad. El neoliberalismo ha permitido el desarrollo de este sistema de monopolios al margen del Estado y, como ocurrió con la burbuja de 2008, nadie quiere poner coto para no asumir las posibles pérdidas que ocasionaría ahora, pero que terminará reventando con efectos todavía más devastadores en el futuro.
Ante un sistema económicamente ineficiente y socialmente injusto, los Gobiernos, al menos, deberían poner coto a esa desmesurada acumulación de patrimonio con un impuesto a la riqueza. Un ejemplo, alabado por la academia, fue el Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas que hubo en Gipuzkoa. Permitiría completar ingresos y hacer frente a las consecuencias de la pandemia. Está hecho. Recuperarlo es solo cuestión de voluntad política.

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