La transición energética, mucho más que hidrógeno

La emergencia climática ha puesto en la agenda política la necesidad de que la actual sociedad industrial comience una transición energética de modo que se vaya abandonando el uso de los combustibles fósiles y que estos sean sustituidos por energías renovables. Dentro de esta categoría de energía verde cobra cada vez un mayor protagonismo el hidrógeno. Su producción masiva se ha convertido en una de las líneas que financiará el plan de recuperación europeo Next Generation. En Euskal Herria, siempre atentos a las novedades, se presentó el lunes el Corredor Vasco del Hidrógeno (BH2C), un proyecto liderado por Petronor-Repsol al que se han adherido 78 empresas, instituciones y organismos, y que supondrá una inversión de 1.300 millones hasta 2026.

Este repentino interés por el hidrógeno de gobiernos y grandes multinacionales hace sospechar de las motivaciones –seguramente más crematísticas que medioambientales– que guían estos planes. El hidrógeno se puede utilizar como combustible pero su extracción no resulta sencilla. Por una parte, se necesitan grandes cantidades de energía para producirlo y está por ver que el origen de este aporte energético sea siempre verde, por lo que la limpieza del producto final, en términos medioambientales, puede quedar en entredicho. Por otra parte, los actuales procesos de extracción no resultan muy eficientes, de modo que se gasta bastante más energía en obtenerlo que la que proporciona su uso, lo que también supone un importante hándicap a la hora de utilizarlo como fuente de energía eficiente para hacer frente a la emergencia climática.

Sin duda hay que mejorar todo lo relacionado con el hidrógeno y otras fuentes de energía limpia. No obstante, el problema tal vez no sea tanto la búsqueda de nuevos aportes de energía no contaminante como la necesidad de plantear usos más eficientes y reducciones en el consumo. Pero ese debate no interesa a empresas y gobiernos, que todavía creen posible el crecimiento económico infinito.

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