Las incongruencias y la manipulación se pagan caras

No puede ser que las políticas públicas en esta fase de la pandemia pongan en cuestión lo aprendido por la sociedad durante estos casi dos años. La clase política o los jueces no puede contradecir las evidencias científicas. La pedagogía sigue siendo importante y la manipulación no soluciona problemas, solo los retrasa. Hay que acertar a dar los debates pertinentes y buscar soluciones eficaces. Distorsionar la realidad, en sentido negativo o positivo, dificulta ser eficaces en el control de la pandemia.

Son obviedades y, sin embargo, repetirlas tiene un valor cuando los responsables no hacen sus trabajo.

Mascarillas, pasaporte y aire limpio

Empeñarse en que se vuelva a la mascarilla obligatoria en exteriores, como ha hecho el Gobierno de Iñigo Urkullu, contraviene todas las evidencias científicas que se conocen hasta el momento. Los contagios se dan sobre todo en interiores sin ventilar en los que se permanece un tiempo sin protección. Es decir, en el trabajo y en eventos si no se cumplen las normas validas hasta ahora, o en casas particulares y unidades de convivencia.

En el caso de Euskal Herria, el índice de personas vacunadas es impresionante: ronda el 90% en mayores de 12 años y roza el 100% en los segmentos de la sociedad más vulnerables ante el covid-19.

La amenaza del pasaporte ha impulsado la vacunación un punto más, pero su implantación no va a evitar los contagios, que en este momento parecen tener su origen en los más pequeños. Si la transmisión se da entre escolares y sus familias, es ahí donde hay que poner la atención, más aún de cara a navidad. La vigilancia policial para sancionar a la hostelería no puede suplir a los equipos de rastreadores que se desmantelan.

Las personas vacunadas siguen contagiando, parece ser que menos que las no vacunadas, pero no son ajenas a las condiciones bajo las que se contagia: sobre todo en interiores sin ventilar y sin mascarilla. Esto ya había quedado claro, y no conviene olvidarlo.

Hacer políticas públicas buenas es invertir bien

Los problemas en la atención sanitaria están quedando al descubierto en estas semanas. Al sistema se le están viendo las costuras. Cada vez hay más testimonios de retrasos en consultas y diagnósticos en Osakidetza y Osasunbidea. La sanidad privada se está beneficiando de esta inercia. No se han corregido mecanismos preparados para olas previas y no se ha contratado el personal necesario para atender ni el ritmo normal de la sanidad pública ni los retrasos generados por el covid. La gente sufre esa mala gestión y la falta de recursos.

El personal sanitario está agotado, no da abasto, ve que el sobresfuerzo no cunde y que no se ponen recursos para atender los problemas estructurales que ha destapado la pandemia. Es una mezcla perfecta de desidia burocrática e intereses creados. Se está perdiendo una oportunidad para hacer las cosas de otra manera.

Cepas, sentido común e incluso egoísmo

A excepción de la población más vulnerable o que tiene más riesgo, otra ronda de vacunación general en breve y la extensión a la infancia no parece prioritario cuando medio mundo sigue sin una sola dosis. Focalizar todo en la vacunación como problema, cuando es semejante éxito, va a distorsionar debates, generar más polarización, provocar efectos perversos y no va a atajar ninguno de los focos de peligro vigentes.

Desde un punto de vista ecuménico y piadoso, internacionalista y solidario o neoliberal y egoísta, en este momento lo lógico parece derivar el máximo posible de las vacunas a los países que tienen tasas más bajas y mayores problemas. Es en esos sitios donde más riesgo existe de mutaciones que incluso pueden llegar a hacer peligrar la eficacia de las vacunas actuales.

Tal y como señalaba a raíz de la variante Omicron el director del Centro de Innovación y Respuesta a Epidemias de Sudáfrica, Tulio de Oliveira, ellos han sido rigurosos y «muy transparentes con la información científica.(…) Lo hicimos para proteger a nuestro país y al mundo, a pesar de sufrir potencialmente una discriminación masiva». Si las administraciones no dan cauce a esta demanda, el próximo debate no será con los denominados antivacunas o con jueces retrógrados, sino con la comunidad científica y con activistas por los derechos humanos.

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