Lo que molesta del pacto es la centralidad que da a EH Bildu

El ambiente electoral siempre altera las prioridades y condiciona los discursos de los partidos. Pero, desde el punto de vista de la «agenda vasca», el PNV no debería enfadarse porque la influencia del país crezca en Madrid de la mano de EH Bildu. Es cierto que al desdoblarse esa agenda, algunos de los intereses de los jeltzales quedan en evidencia. Si EH Bildu pone sobre la mesa la reforma laboral, el gasto social y la financiación municipal, foral y autonómica, que el PNV negocie el TAV y poder convocar elecciones en julio no resulta fácil de vender.

Aclarar con quién compite cada uno

Lo cierto es que la gestión de la pandemia ha desnudado la fragilidad del entramado autonómico. El PNV, que ha pasado de negociar la transferencia de la Seguridad Social a discutir cuándo se pueden abrir las escuelas, se ha quejado pero no ha querido liderar un frente común. Ahora, se encoleriza no por las competencias pendientes, sino por la competencia electoral con EH Bildu de cara al 12 de julio. Sorprendentemente, tiene látigo para atizar pero mandíbula de cristal para recibir.

En principio, el PNV debería estar más preocupado porque el PSOE haya movido su eje hacia Ciudadanos que porque haya alcanzado un acuerdo con EH Bildu. El partido dirigido por Inés Arrimadas es el enemigo más desacomplejado del modelo de institucionalización autonómica que reivindica el PNV. Ciudadanos es ultranacionalista español, negacionista del resto de naciones y profundamente antiforalista. Es falsamente centrista e indisimuladamente centralista. Es, además, un partido funcional para la extrema derecha española, tal y como se ha demostrado en Andalucía.

En Euskal Herria viene de la mano del PP y de UPN. Su discurso roza con el de Vox. Eso sí, aquí no engañan a casi nadie. Pero preocupan a quienes piensan que es imposible que Abascal llegue al poder pero no descartan que Arrimadas sea ministra en un futuro. Que lo segundo sea cierto no implica que lo primero no pueda pasar. Aunque a algunos les guste olvidarlo, es España.

Uno de los temas estrella de Cs –y del jacobinismo español– es precisamente el Cupo. Un sistema que resulta ventajoso cuando hay recursos pero que implica un riesgo cuando hay crisis. Esto requiere un análisis serio.

En esta tesitura, el enfado monumental de Erkoreka y Ortuzar con EH Bildu resulta ridículo. Tampoco se entiende muy bien el alborozo por pensar que el PSOE no cumplirá el pacto. Es un acuerdo para derogar la reforma laboral del PP, una ley contra la que el propio PNV votó en su día. Claro que, si se atiende a quienes tienen doble militancia, en el partido y en la patronal vasca, parecería que el PNV sostiene ahora dicha reforma.

Centralidad y hegemonía, en medio del cambio

Viene una reconversión política, económica, social y cultural bestial. Todo está sujeto a debate. Refugiarse en las trifulcas pasadas y en las minucias no funcionará. Hace falta altura de miras, un debate abierto y honesto, hacen falta liderazgos compartidos. Con todo, hay constantes que no desaparecerán.

El pacto entre PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu altera el posicionamiento que el PNV proyecta sobre los soberanistas de izquierda. No solo le otorga una influencia que era patrimonio de los jeltzales, sino que da a EH Bildu centralidad política, su marca de la casa.

Con la aritmética política que hay en los territorios vascos, teniendo en cuenta la pluralidad existente, la arquitectura condicionada por la partición, los bloques, los trasvases y las alianzas posibles, los cambios demográficos… teniendo en cuenta esa complejidad dentro de una cultura política desarrollada a través de décadas de resistencia y luchas, quien quiera gobernar en las diferentes instituciones debe jugar la carta de la centralidad. No dan ni los números ni los relatos.

De igual modo, quien quiera cambiar el país en clave estructural y a medio plazo no tiene otra que construir una hegemonía sociocultural. Una y otra cosa no son incompatibles, quizás, pero hasta ahora la influencia en ambos terrenos ha estado desequilibrada. En cierta medida, el PNV gestiona un país que socioculturalmente ha moldeado el soberanismo de izquierda. El unionismo, no hay que olvidarlo, es cada vez mas irrelevante social y políticamente, pero tiene la ventaja del supremacismo constitucional.

Este panorama puede cambiar tras esta crisis. Dependerá, en gran medida, de lo que haga cada uno. Empezando por quién elija como adversario.

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