Los costes sociales de una industria dependiente

Volkswagen Navarra cerrará los días 21, 22 y 25 por falta de abastecimiento de semiconductores para los vehículos que fabrica. Mercedes de Gasteiz también cerrará del 21 al 25 por falta de suministro de componentes. Además, tienen cerca de 5.000 vehículos sin terminar por falta de algún elemento que unos casos son semiconductores y pero en otros son botonaduras de plástico para los elevalunas, por ejemplo. Fallos en la cadena de suministro que la Asociación Europea de Proveedores Automovilísticos cree que durarán hasta bien entrado el año que viene.

El capitalismo ha conseguido un éxito sin precedentes en la especialización de la producción: ha extendido por todo el mundo la fabricación de componentes buscando las condiciones más rentables; ha organizado un sistema logístico que prácticamente elimina la necesidad de almacenar existencias y ha logrado una relaciones laborales que le permiten contratar y despedir según necesidades. En definitiva, ha acompasado toda la cadena de producción y ensamblaje aumentando la velocidad de rotación del capital y, con ella, los beneficios. Ha optimizado tanto el engranaje que, en el momento que cae un pelo dentro, se obstruye, como ha ocurrido con el confinamiento. Cualquier atasco provoca pérdidas directas, aunque el sistema también provoca otro tipo de costes sociales que pasan más desapercibidos, como los producidos por un hipertrofiado sistema de transporte o la precariedad en el trabajo.

El beneficio privado de este modo de organización de la producción es evidente, aunque la ganancia social no está clara, y posiblemente para la sociedad sean superiores las pérdidas. El desempleo, la contaminación o la saturación de las infraestructuras ocupan y preocupan cada vez más. Además, la falta de semiconductores ha puesto de relieve la enorme dependencia de la industria europea de la producción foránea, una debilidad que debería llevar a la reflexión sobre un desarrollo mucho más endógeno.

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