La caravana Euskal Herria Mugak Zabalduz terminó ayer en el puerto de Santurtzi el recorrido que empezó el sábado en Hendaia. Durante tres días ha denunciado las políticas que niegan derechos a las personas migrantes y que provocan un reguero infinito de muertes. Otra marcha similar salió ayer de Italia con destino a Calais para denunciar el bloqueo de fronteras y exigir la acogida de los emigrantes que lleguen a Europa. En América, otra movilización de personas que huyen de la violencia en sus países de origen partió de Chiapas hace un mes y anteayer llegó a Tijuana, México, donde los marchistas solicitaron asilo humanitario en Estados Unidos. El éxodo de personas y las iniciativas contra las actuales políticas migratorias se multiplican por todo el mundo.

La migración se ha convertido en una cuestión política central. La salida y llegada de un número creciente de personas es el reverso de una globalización que, al tiempo que permite la libre circulación de mercancías y capitales –instrumentos de explotación laboral y expolio de recursos–, obstaculiza el movimiento de seres humanos. El saqueo y la pobreza son el germen de una violencia que empuja a la gente a escapar de su patria. El declive de la globalización no ha traído consigo un cambio de políticas; al contrario, ha venido acompañado del auge del intervencionismo, la injerencia directa sin mandato internacional y las operaciones militares. El resultado son guerras que se perpetúan originando estados fallidos que, incapaces de garantizar la seguridad a sus propios ciudadanos, se convierten en un acicate más para emigrar. Exportar inseguridad no procura ni mayor estabilidad ni tampoco protección.

El mundo se está convirtiendo en un sistema mucho más inseguro y vulnerable. El actual modelo depredador de relaciones internacionales se ha vuelto totalmente insostenible. Urge empezar a pensar en el mundo como un todo interrelacionado. Mientras tanto, la prioridad debe ser garantizar los derechos de las personas.