Nerviosismo en la Corte madrileña

Anteayer comenzó la XIII legislatura en las Cortes españolas con la participación del senador y los cuatro diputados catalanes electos que se encuentran en prisión preventiva. Un día después, la poca capacidad de tolerar a la disidencia, las críticas por el trato que recibieron los presos políticos catalanes –se les permite acreditarse, pero se les niega realizar cualquier actividad de su cargo– y la repercusión internacional que ha tenido el evento ha acelerado la intención de suspenderles en sus funciones como parlamentarios.

Tribunal Supremo y Mesa del Congreso llevan días trasladándose mutuamente la responsabilidad de la decisión, así que ayer terció la Fiscalía para exigir que termine el baile. Pidió directamente al Supremo que aplique de manera «inmediata» la suspensión de las actividades de los cinco parlamentarios catalanes. A quién corresponde la decisión puede ser objeto de arduas discusiones y sesudos análisis, pero lo que no cabe olvidar es que los presos políticos catalanes son representantes de la soberanía popular, han sido legítimamente elegidos por la ciudadanía y están en posesión de sus derechos políticos, y entre ellos, a elegir y ser elegidos. Por lo tanto, según su propia lógica mientras no haya condena firme nada debería impedir que cumplieran con la labor para la que han sido electos. Pero algo así parece que supera la capacidad de tolerancia del Estado, donde la presunción de inocencia aparece como algo teóricamente a mantener. En la práctica diaria impera la presunción de culpabilidad, reflejo de la venganza que alimenta todo el proceso en su contra.

Las prisas también pueden venir del hecho de que Felipe VI pronto comenzará la habitual ronda con los representantes de los partidos y querrá evitar a toda costa tener que recibir a algún preso político catalán; al fin y al cabo, fue él quien tocó a rebato contra el «procés». El Estado español pierde los nervios con cualquier cosa y lo único que consigue es dejar en evidencia la escasa calidad de la democracia. Es tiempo de repúblicas.

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