Ni cautela ni humanidad tras el desprendimiento

La tarde del jueves, un corrimiento de tierras en un vertedero de Zaldibar provocó una avalancha que cortó la AP-8 y la N-634 entre Eibar y Ermua. Desde entonces, dos trabajadores se encuentran desaparecidos. La gestión posterior de este accidente está dejando al descubierto una forma de hacer las cosas bastante chapucera. Además, sin haber finalizado la gestión del accidente, ya se ha lanzado la batalla por el relato.

En primer lugar, en contra de lo que se ha dicho, las labores de búsqueda de los trabajadores desaparecidos se suspendieron, casualmente, poco después de que por la mañana se abriera uno de los carriles de la autopista que permite el paso de vehículos en los dos sentidos. Una decisión, por otra parte, poco prudente, si se considera que las autoridades reconocen que el terreno no está todavía estabilizado. Posiblemente, la ausencia de una alternativa viaria real les haya empujado a actuar con esta alarmante falta de cautela. En segundo lugar, la causa de la suspensión de las labores de búsqueda fue que el vertedero contenía amianto y los trabajos de búsqueda y retirada de escombros se estaban realizando sin las medidas seguridad necesarias y los medios de protección adecuados. Todos los datos apuntan a que las autoridades sabían de la presencia de amianto en el lugar, así como el bajo nivel de cumplimiento de las condiciones de  la autorización ambiental por parte de la empresa. No parece que en su momento se hubieran tomado medidas y tampoco se tomaron después del accidente hasta que se restableció la circulación, lo que deja bastante claro cuáles han sido las prioridades de los responsables políticos en todo momento.

Es difícil saber hasta dónde el desprendimiento ha sido un desgraciado accidente o una acumulación de negligencias de las instituciones competentes –como permitir un vertedero sobre una carretera–. Lo que hasta ahora sí ha quedado claro es que los responsables políticos han actuado con una alarmante falta de cautela y de humanidad.

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