Nueva escalada en la guerra comercial de Trump
Las amenazas arancelarias de la Administración de Donald Trump finalmente se han materializado. Desde ayer, EEUU aplica un arancel del 25% a las importaciones provenientes de Canadá y México, y de un 10% a los productos importados desde China, que se suma al 10% impuesto en febrero y a los aranceles aprobados durante su anterior mandato, que en su gran mayoría continúan vigentes. La respuesta del Gobierno chino ha sido inmediata. Recalcó que no se dejará intimidar y decidió aplicar aranceles de hasta el 15% a los productos agrícolas estadounidenses. La taiwanesa TSMC, sin embargo, anunció que para evitar la imposición de aranceles invertirá 100.000 millones en cinco plantas en EEUU, que crearán 20.000 empleos.
De este modo, la nueva Administración cumple su amenaza y desata un conflicto comercial a gran escala, que certifica que va en serio con su plan. El impacto es impredecible, entre otras cuestiones, porque durante la globalización se han estirado las cadenas de suministro hasta el punto de que un producto puede entrar y salir varias veces de un país antes de que llegue a los consumidores. Una trayectoria que puede multiplicar el efecto de los aranceles. Nadie duda de que la guerra comercial tendrá impacto en los precios y empujará la inflación al alza. También afectará a las cadenas de suministro, lo que puede terminar con el cambio de rutas comerciales y la deslocalización de empresas o de determinadas actividades para burlar los aranceles. En cualquier caso, tampoco conviene idealizar el actual sistema de libre comercio, que beneficia sobre todo a las grandes corporaciones y destruye a aquellos que se abastecen y suministran a los mercados locales y a las comunidades en las que se asientan. Además, tampoco es tan libre. Los países del norte global utilizan multitud de barreras no arancelarias para defender su industria.
El libre comercio desbarata la industria local, debilita la soberanía alimentaria y multiplica la dependencia de los pueblos. La guerra comercial es una amenaza para la economía mundial, pero también encierra una oportunidad para impulsar un orden económico mundial más justo.