El domingo un gran Athletic ganó la supercopa al Barça de Messi. La alegría y la celebración continuó ayer con los recibimientos institucionales mientras los hinchas y seguidores del Athletic seguían saboreando haber ganado un título, una hazaña deportiva que no se consigue todos los días. En ese contexto festivo, el Tribunal Supremo informó de que rechazaba todos los recursos presentados contra la sentencia por la muerte de Iñigo Cabacas a consecuencia de un pelotazo lanzado por la Ertzaintza tras el partido de la Europa League entre Athletic Club y el Schalke 04 el 9 de abril de 2012. De este modo, el Alto Tribunal ratificaba la sentencia inicial sin aceptar ninguno de los recursos presentados por las partes. A los jueces del Supremo el ambiente de alegría por el triunfo deportivo les pareció el más idóneo para dictar un fallo que vuelve a negar justicia a la víctima, a sus padres, a sus amigos y allegados, y a todos los aficionados del Athletic. Esta práctica de hacer coincidir sentencias con otros acontecimientos de gran relevancia social se está volviendo cada vez más habitual cuando se trata de fallos parciales, abusivos o directamente arbitrarios, y que además son percibidas como tales por una gran parte de la sociedad. Así ocurrió también con la rebaja de la pena por abusos al profesor del colegio Gaztelueta de Bizkaia.

En cuanto a los razonamientos utilizados por los jueces del Supremo para rechazar los recursos destaca su afán por minimizar el alcance las críticas que contenía la sentencia de la Audiencia de Bizkaia por la deficiente investigación que la Ertzaintza realizó. Considera que se han cumplido todos los requisitos de un proceso judicial y con que se cumpla el procedimiento –los aspectos formales– es suficiente. De este modo ratifica la pena al único condenado y cierra el caso. La justicia por la muerte de Iñigo Cabacas sigue sepultada por las miserias de unos poderes públicos que son incapaces de asumir las consecuencias de sus propias decisiones y actuaciones.