Relevo y cambio en la revolución cubana

La Asamblea Nacional del Poder Popular eligió ayer a Miguel Díaz-Canel como nuevo presidente del Consejo de Estado, máximo órgano de gobierno de Cuba. Sustituye en el cargo a Raúl Castro, que ha agotado el máximo de dos legislaturas posibles. Díaz-Canel aprovechó su primer discurso para aplaudir a la generación histórica, subrayar que la revolución continuará su curso y resaltar que lo hará corrigiendo errores y cambiando lo que tenga que ser cambiado. Reafirmó la independencia y la soberanía del país y su disposición a continuar dialogando y cooperando en pie de igualdad con otros países.

Con este relevo Cuba escenifica el cambio de generación en el liderazgo del país que, por otra parte, lleva ya tiempo realizándose. La generación histórica que encabezó la revolución va cediendo el testigo a aquellos que no la conocieron. Como ha ocurrido también en otras revoluciones, el relevo lleva aparejado un cambio en las bases sobre las que construirán su legitimidad los nuevos líderes. Si para los dirigentes históricos era el carisma de haber participado en la lucha revolucionaria, para los nuevos la legitimidad se edificará sobre bases diferentes. Dos aspectos se vislumbran como claves en este cambio. Uno de ellos es el de la profundización de la democracia: la participación política popular y la rendición de cuentas serán claves para perfeccionar el sistema de gobierno. Y el otro aspecto que afianzará a la nueva dirección será el éxito de la gestión en el ámbito económico. Las cuestiones prácticas relacionadas con las condiciones de vida ganarán cada vez más centralidad en la construcción de la legitimidad de los nuevos dirigentes cubanos.

Todo cambio se asienta en la asunción de la experiencia precedente con sus aciertos e imperfecciones, como hizo ayer Díaz-Canel, para que la revolución socialista de los humildes –como la definió el nuevo presidente– continúe ofreciendo un ejemplo y un horizonte de igualdad, justicia y soberanía a los pueblos del mundo.

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