Testimonios necesarios para impulsar cambios

El joven que fue víctima de abusos sexuales en el colegio Gaztelueta del Opus Dei, Juan Cuatrecasas, dio ayer testimonio de su experiencia y de la dureza del proceso judicial posterior. De la magnitud del daño que sufrió da cuenta el hecho de que confesó haber pasado más de diez años sin poder hacer vida normal y admitió que todavía suele rememorar parte de aquellos episodios a partir de circunstancias cotidianas. Reconoció que los abusos han marcado su vida y que es algo que no se puede borrar ni superar. Cree que lo único que se puede hacer es aprender a vivir con ello. Un testimonio estremecedor que muestra la magnitud del daño que provocan los abusos sexuales.

El daño infligido no tiene remedio pero los procedimientos que se habilitan para hacer justicia son manifiestamente mejorables. En su testimonio, Cuatrecasas señaló que el procedimiento judicial obliga a la víctima a revivir una y otra vez algo que quiere olvidar, lo que termina por hacer que la víctima se sienta también juzgada. No es la primera víctima que denuncia estos procedimientos arcaicos que revictimizan una y otra vez a la persona que ha sufrido los abusos. No obstante, según confesó, lo que más le dolió del proceso judicial es que el Tribunal Supremo terminara creyendo a la víctima pero con matices, como si el testimonio del trauma sufrido tuviera que inscribirse en los estrechos márgenes de la letra de la norma.

Aunque Cuatrecasas rechazó que denunciar el abuso hubiera sido un gesto valiente, de lo que no cabe duda es de la cobardía del Tribunal Supremo, que aprovechó los días posteriores a la inhabilitación de Quim Torra para hacer pública la sentencia que rebajaba la pena al profesor abusador. De la misma forma que el colegio del Opus Dei ha amparado al condenado, la justicia está politizada para defender a los poderosos y desatender a las personas vulnerables. El testimonio de las víctimas se hace imprescindibles para impulsar cambios de envergadura.

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