Tres Cantos, un silencio que habla a gritos

Desde que en 2010 Estrasburgo dio la razón al recurso del preso Mikel San Argimiro, Europa ha puesto en evidencia en una decena de sentencias la impunidad de la tortura contra la disidencia vasca. No se trata ya que no se castigue casi nunca o que las escasísimas condenas den pie a indultos e incluso a ascensos, sino que simple y llanamente no se investiga. Ese es el motivo por el que el Reino de España ha sufrido esa cadena de condenas.

Quien crea que esa negativa a investigar es cosa del pasado tiene estos días la prueba palmaria de lo contrario. Un ciudadano vasco llamado Pello Alcantarilla lleva varios días señalando en diversos medios, vascos y catalanes, que cuando en 2004 sufrió gravísimas torturas en el cuartel de la Guardia Civil de Tres Cantos (Madrid), allí estaba su ahora destituido máximo responsable, Diego Pérez de los Cobos. Pese al eco alcanzado estos días por la figura del coronel, un tupido silencio caerá sobre esta afirmación, no lo duden. Callarán una vez más los tribunales y la gran parte de los medios, mirarán a otro lado los políticos y el Gobierno, igual que ocurrió cuando el informe oficial del Instituto Vasco de Criminología detalló el enorme alcance de esta práctica; ¿qué otra cosa cabe esperar si Fernando Grande-Marlaska fue también señalado por instancias europeas por la tortura en su trayectoria como juez y eso no fue óbice para nombrarlo ministro del Interior?

El mundo hierve hoy en protestas por la muerte a manos policiales de George Floyd en Mineápolis. Fuera de toda cámara posible, de un espacio absolutamente blindado y opaco por la incomunicación entraron vivos y salieron muertos vascos como Mikel Zabaltza o Gurutze Iantzi. Esto último ocurrió en Tres Cantos, el mismo cuartel en el que también pudo perder la vida Pello Alcantarilla huyendo desesperadamente de la tortura en 2004. Es una realidad silenciada pero que habla a gritos, que interpela a cualquiera que crea en los derechos humanos.

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