Un Brexit sin acuerdo también interpela a la UE

Un instituto alemán de estudios económicos difundió ayer los resultados de un trabajo sobre las consecuencias que tendría en la economía germana un Brexit sin acuerdo. Según sus conclusiones, se verían amenazados alrededor de 100.000 puestos de trabajo. Los productores agrícolas españoles también han hecho públicos sus temores sobre los efectos que tendrá en el sector una salida desordenada de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Da la impresión de que ahora que se acerca el precipicio –la fecha de salida está fijada en el 29 de marzo– están cambiando los términos del debate. Se está dejando de lado la retórica simplona que auguraba toda clase de males para la economía británica pero casi ninguna consecuencia negativa para el resto de la Unión, y se está ofreciendo una imagen mucho más real: una salida sin acuerdo tendrá costes importantes para ambas partes. Los estudios y cifras aportados por los directamente afectados en el seno de la UE están ofreciendo otros puntos de vista sobre las consecuencias de un Brexit abrupto. Posiblemente esa presión se haya dejado sentir también en las altas esferas de la Unión Europea, lo que explicaría la salida de tono de esta semana del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Deseó un lugar especial en el infierno para aquellos que promovieron la salida de Gran Bretaña de la UE, justo antes de que comenzara la reunión con la premier británica, Theresa May. Extraña y poco diplomática forma de abordar una negociación, a no ser que lo que se busque sea, precisamente, que no haya acuerdos.

En este contexto no es difícil imaginar que las altas instancias de la Unión Europea busquen deliberadamente un fracaso que pueda servir de lección para abortar cualquier otro intento de abandonar la Unión Europea. El problema es que cada día es más evidente que los costos de una salida abrupta recaerán tanto en los que se van como los que se quedan, y especialmente en los trabajadores.

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